lunes, 3 de marzo de 2008

El Día En Que Se Iba A Morir/Otto Oscar Milanese

El Día En Que Se Iba A Morir/Otto Oscar Milanese

Del Libro Inédito A Cóntarselo A Gloria Y Otros Cuentos.


A Gloria Italia Milanese

¡Se iba a morir, y lo dejarían morirse! El lo sabía tan bien, tan perfectamente bien, como el conocimiento que posée cualquier hombre sobre la calle en que habita, la peluquería que prefiere, o el restaurante que frecuenta. Y era simple: Se iba a morir, y por eso abandonó la cama, deshaciéndose del tibio muslo de mujer que había amanecido sobre su costado izquierdo, procurando no inventar ruidos sobre el silencio. Afuera cantó el gallo, y pensó que el gallo lucía anacrónico dentro de un moderno despertar. Pensó en el computarizado mundo que abandonaría, y se encogió levemente de hombros en la oscuridad. Normalmente simple: ¡ Iban a dejar que se muriera! Las computadoras registrarían el deceso, el número de su tarjeta de identidad pararía en la cartera de un nuevo contribuyente de impuestos; la compañía de seguros activaría a sus pesquisadores, y se limitaría a costear el funeral, si es que eran suficientemente honradas esas gentes de la compañía de seguros, porque, ahora que lo pensaba bien, mientras deslizaba una pierna por el pantalón que sostenía en las manos, el sabía que iba a morirse, y sabía que ni siquiera existía una persona que pudiera reclamarle a la agencia de seguros que le pagara un decoroso entierro. ¡"A la muerte le importa un pedo el decoro"!, pensó y comenzó´a abrocharse los botones de la camisa. En la cama la mujer emitió una serie de cortos ronquídos guturales. Pensó que no era justo, él salía a morirse, y la puta con la que había pasado la noche roncaba como si nada, con su alquilada desnudez metida enalgún sueño. Deseó preguntarse con que soñarían las putas; pero decidió salir de golpe, y no pensar en nada al inicio del día. ´¡Es tan ridículamente improbable no pensar en nada! Un mundo de trenes, números que bajaban, voces que subían; claxons, vendedores ambulantes, se le vino a la mente.´¡Tan difícil no pensar en nada, sobre todo en el día que uno sabe que se va a morir!

La calle tenía aliento universal de calle encontrada cuando el amanecer aún cuelga en el ambiente, y la luz aún no es completa, y no es completo el despertar de la gente, ni son completos los sonidos que a diario se acostumbró a escuchar; pero la muerte si era completa a cualquier hora, y le aguardaba. Desde el zaguán husmeó con la mirada el trozo de calle que podía dominar, preguntándose en cual rincón de ella caería. Aulló un perro, y lo asoció a cábalas ancestrales, a miedos ya casi no suyos; pero no pudo impedir el estremecimiento involuntario. Se sobrepuso y echó a caminar.

Pensó que la muerte era una larga espera de la nada, y súbitamente le reconfortó la idea de que largamente habia existido para esperar nada. ´¡Entonces, siempre había estado muerto! Anónimamente muerto, como esos que están en la espera de la nada, debajo de las tumbas que se avisoran detrás de los muros de cualquier cementerio. No lo iban a dejar morirse, sencillamente porque siempre estuvo muerto. Nada mas dejarían que se engañara con la idea de que iba a morirse. Una larga espera de la nada...¡Veinticinco años de fábricas en la fatiga de los huesos molidos, en los callos de las manos; y el asma!, el asma que no pudo matarle.¡ Porque siempre estuvo muerto! ¡Y nada!¡Veinticinco años de fábricas, y nada! Nunca oyó decir que alguien fuera condecorado por veinticinco años que le graduaran de bruto, repitiendo a diario el mismo trabajo. ¡Nada! Un viernes y otro y otro con cara de miserable cheque, y aparta los cheles para pagar la renta del cuartucho en donde ha muerto diariamente; y aparta los cheles para ganarse el cáncer con la barata comida china refrita; y aparta los cheles para procurarse de vez en cuando, el lujo de unas piernas de puta abiertas a la nada, a la espera... Abiertas a ese hacer el amor sin amor; pero tan posible y cierto, el amor puede hacerse sin amor, en cambio, la muerte ya es otra vaina, piensa, la muerte ni siquiera se hace, sino que nos hace, nos vuelve o nos convierte en nada. Asi que era simplísimo: Dejarían que se engañara con una muerte que no podía tener. ¡Él, él que nunca poseyó rostro ni voz! ¡ÉL, el que siempre fue contado como res en corral! Pero ahora lo premiarían dejándole degustar la ilusión de una muerte propia. Ya nada ni nadie podría arrebatarle su muerte, así tan insígnificante y analfabeto como era, iba a firmar la muerte.

Tres cuadras caminadas, y todavía estaba muerto, es decir, estaba vivo, como siempre le hicieron creer. Tirarle zápatos a las ratas para poder conciliar el sueño; pagar la deuda de la semana anterior para poder endeudarse nuevamente, eso le dijeron que era vivir. Sudas, respiras, vives.¿ Toses, como vas a estar muerto? Si sientes hambre.¡ No ves que todos los muertos de hambre del planeta viven y caminan, o se arrastran! ¡Eso le enseñaron, y él lo aprendio! ¡Se lo aprendio durante cincuenta años, justamente eso! ¡Cincuenta largos años de esperar nada! ¡Muerto! Tan muerto, que por eso no dudó en aceptar la propuesta de atentar contra la vida del presidente. ¡Y esa mañana salió decidido a cumplir!


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