lunes, 10 de marzo de 2008

El Sueño de Sindolfo El Pianista

El Sueño de Sindolfo El Pianista/Otto Oscar Milanese

Del Libro Inédito "Momentos Dominicanos"

Cuando aquel que se hiciera llamar Benefactor, y Padre de La Patria Nueva, envió a su Ministro de Educación a Los Estados Unidos de Norteamerica, con el encargo de comprar veinticinco Steinwys, porque los moradores de los pueblos fronterizos nunca habían escuchado las notas del Himno Nacional, Sindolfo no había nacido.

Y no había visto aún la luz del mundo Sindolfo, cuando los pianos, cuyo costo por unidad ascendió a cinco mil dolares,fueron repartidos en las escuelas de los apartados pueblos de la frontera. No supo tampoco, que para el Primer Maestro, gastarse en total, ciento veinte y cinco mil dolares, resultó mucho más sencillo,que encontrar 25 pianistas que le dieran vida acústica al Himno en las calcinadas tierras colindantes con Haití.

Cuando Sindolfo adquiría noción del mundo; ya el mundo de los dominicanos se había librado de la presencia del "Jefe".Pero los pianos, no todos habían corrido la suerte de esfumarse como su célebre comprador. Mas de uno resistió al embate de manos profanas, que en el ocio del recreo escolar,encontraron más placer arrancando teclas, que logrando altisonantes acordes. Más de uno sobrepasó la diaria prueba de la indigencia fronteriza,permaneciendo para el polvo y las polillas en sus rincones, librándose de ser vendidos,y en el no muy inusual de los casos,usado para leña.

El encuentro de Sindolfo con el piano era ineludible.Aconteció en su primer día de clases. Como él, más de cuarenta muchachos semi desnudos y descalzos ocupaban desvencijados pupitres alineados en hileras de diez; como él, ninguno de sus compañeros parecía prestar atención al empolvado steinwy, dejado al abandono en un entrante del amplio recinto techado de zinc y sin muros, que ostentosamente llamaban edificación escolar.

Desde entonces, cada día Sindolfo dedicaba más tiempo a la tarea de desollinar el arrinconado steinwy, que a sus labores escolares. Lo que no tardó en ser advertido tanto por profesores, como por el alumnado. Y con esa tan peculiar rápidez con que los muchachos dominicanos suelen endilgar motes por cualquier motivo, muy pronto Sindolfo, de quien pocos conocían su apellido, o no se preocupaban por nombrarlo, dejó de llamarse Sindolfo a secas, para ser señalado como Sindolfo "el pianista". La afición con que cuidaba el instrumento musical, y el mote de pianista,no le sirvieron a Sindolfo unicamente para aumentar el apelativo,sino que atrajeron sobre él la atención de la vieja y obesa cocinera haitiana, que cada mañana entre sudores y resoplidos, servía el desayuno escolar de pan con chocolate entre la muchachada. Por ella conoció Sindolfo, la procedencia del Steinwy, y el motivo por el que se encontraba allí. Y soñó por las noches Sindolfo "el pianista",que sus asperas y rudas manos de campesino arrancaban notas del viejo piano, y que por primera vez, bajo la resolana de los semi deserticos campos fronterizos, los acordes del Himno Nacional resbalaban entre pedregales, elevándose sonoramente sobre las aguas del Artibonito. Del sueño, y unicamente del sueño,nació en la rudimentaria alma de Sindolfo la elevada ilusión de tocar un día el Steinwy.

La última vez que vio al Steinwy, fue para decirle adios desde la parte trasera de la camioneta que lo transportaba a la capital de la República. Y quedando atrás Pedernales, también se fue rezagando en él, el sueño de aprender las intrincadas formas con las que sus gordezuelos dedos lograrían los arpegios que declararan la patriótica melodía, por la que un hombre había desembolsillado cinco mil dolares que se llenaban de moho y polvo en el brumoso rincón escolar donde estaba confinado el piano.

La buena vida, que según los que habían mandado a Sindolfo a la capital, iba este a buscar, se redujo a un agónico ir desde el oficio de limpiabotas en el Parque Colón, hasta velar la mercadería que algunos dueños de tiendas exhibían en las calzadas de la calle Duarte. Pero la boca de los capitaleños, completó para Sindolfo las vagas informaciones que sobre El Primer Maestro, le ofreciera la vieja y obesa cocinera haitiana. Y supo Sindolfo que el comprador del Steinwy había sido un hombre malo. En su simplicidad, Sindolfo no entendía de medianías. Para él las cosas eran buenas o malas, y los hombres por igual. La lluvia que regaba el monte, que hacía crecer los ríos,que ayudaba al campesino con sus cosechas,era buena.Mas, el temporal que desbordaba ríos,cañadas y arroyos, arrasando miserables chozas y bohíos a su paso,y destruyendo la cosecha,era mala. Y para Sindolfo"el pianista",El Protector de Las Bellas Artes y Las Letras había tenido mucho de lluvia, y mucho de temporal. Por eso no se inmutó cuando supo que lo ideal para tocar el piano era tener dedos largos y finos, y sus dedos eran toscos y gruesos.Por eso no se alteró, cuando tras 15 años de ausencia regresó a Pedernales y no encontró ni la escuela, ni el Steinwy;en cambio,por sus alrededores, sin piano y sin la sombra del Benefactor,corrían niños descalzos que cada mañana,antes de entrar a clases,entonaban el Himno frente a la bandera.

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