martes, 4 de marzo de 2008

El Gallero/Otto Oscar Milanese

El Gallero/Otto Oscar Milanese

El Gallero/Otto Oscar Milanese/Del Libro Inédito "Azua: Sisal Y Sangre".

Ansina mesmo fue como se embromó to en un solo día, manque nunca fui jombre de tené muchos amigos, tampoco me eché arriba la enemistad de naide. ¡Yo siempre habia si'o un probe campesino y ma’ na’! Y ansina mesmo lo decía uno de esos merengues que acostumbraba a bailá con Eduvige todos los domingos, cuando regresaba borracho de gritos y de romo dende la gallera del cruce de Los Jovillos. Me gu’taba dirme temprano pal bohío, di’pué de haber baila’o un par de merengues con la mulata Eduvige, porque mi verdadera diversión no jueron los tragos ni el baile, sino la jugá ‘e gallos.


Un sol amarillento y débil bajaba detrás de los últimos bohíos del campo. Abrazado a las caderas de la mulata Eduvige, caminaba por el paseo de la carretera Sánchez. Dibamos jablando muy quita’o de bulla los do’, mirando el canalito de riego que circunda a Los Jovillos, cuando me llamo el Alcalde dende la puerta de la pulpería de don Fulvio. Eduvige y yo brincamos pal otro la’o del canalito, pero ya el Alcalde ‘venia pa’ ’onde nojotros to’ sofoca’o por la carrerita y muy colora’o por el romo que había bebío ya.


_ To’ el mundo e’tá jablando del gallo canelo de usté,Antonio _. Dijo, echándole una mirada a la funda ‘onde yo traía a mi gallo tapa’o.


_ Güeno, Alcalde, pa’ mi que to’ ha si’o cue’tión de suerte, porque la verdad e’, ombe, ¡que cuando diba a pensá yo que juera tan güeno mi canelo!


_ ¡Anda la porra, Antonio, y yo ya disque pensando que podíamos echá a tu canelo contra mi gallo jiro!


¡Ahi mesmo fue ‘onde se embromó to’! E’taba escureciendo, y pude despedirme del Alcalde, llevándome a Eduvige; pero me enculilló la sorna con que jablaba el Alcalde, y esa sonrisa que me tiraba por encima de los jombros acabó por da’me pique.

_ An pué’, Alcalde _ dije apresuradamente _, ¿ y por qué no díbamos a podé echa’los?


_ Porque e’toy viendo que usté no confía en su canelo, ombe, y no quiero que di’pué’ se diga que soy abusador.


_ Usté mesmo, Alcalde, ha vi’to como pelea ese gallito mío. Yo creo que lo pue’o echá a peleá contra cualquiera de sus gallos.


_E’tá bien. E’tá bien, jombre _ riyéndose, mofándose de mi, y tirándome su aliento a romo en la mesma cara_. Güeno, ¿ y antonces, qué apo’tamos?


Sentía pique, ganas de borrá la sonrisa de la jeta del Alcalde. La mulata Eduvige constantemente me presionaba el costado, como insinuando que nos juéramos.


_ Usté bien sabe que yo soy un jombre probe, Alcalde; pero ahí le juego los $300.00 pesos oro que he gana’o con mi canelo.


La antipática sonrisa del Alcalde se ensanchó_. Eso no e’ ma, que una chilata, Antonio _. Dijo.


_ Será una chiripita, Alcalde, pero e’ to’ lo que tengo.
El Alcalde se metió las manos en los bolsillos del pantalón y comenzó a jamaquearse levemente. Pa’ mi que aguantaba el jumo de milagro. Al abrir la boca para jablarme, su rancio tufillo a romo me agalleteó la cara.


_ Mire, Antonio _ dijo con desgana _, lo que yo pienso e’ que usté tiene mie’o; porque,¡pa mi que usté pu’é apo’tá algo má!


_ ¡Ah, caramba, Alcalde, yo que mie’o voa tené, si lo mesmo que usté, yo he naci’o pa’ jugá! Pero no tengo ma’ que mi bohío y mi conuquito, ´¡y eso no vale ni un clavao!


_ Manque to’ eso valga poco, Antonio, vamos a di parejo en la apue’ta. ¡ Ademá de esos $300.00 pesos oro, vamos a di bohío contra bohío, y conuco contra conuco!


_¡Hecho!_ Dije _. Vamo’ a echa’lo el domingo que viene.


La mulata Eduvige me pellizcaba el brazo con el que la tenía abrazada, se mostraba ansiosa por decí no se qué; pero yo no le di chance.


_ Gueno _ dijo el Alcalde _, antonces vayamo’ ‘onde Fulvio el pulpero pa’ casá la apue’ta.


Eduvige no e’taba conforme, y aquella noche de domingo no cesó dejeringá _. El gallo jiro del Alcalde e’tá de’cansa’o, Antonio _. No deseaba oi’la má. Ya habia saca’o mis propias conclusiones sobre el disparate que acababa de cometé, y no deseaba que Eduvige las supiera.


_ Mi gallito e’tá en güena forma mujer_. Procuraba convencerme yo mesmo.


El aguaje de confiar en mi gallo duró ha’ta que vide a Eduvige levantarse de la cama muy temprano y dirse pal’ pueblo de Azua, antonces busqué la mamajuana en el rincón y comencé a prende’me otra vez, quería e’tá bien prendío pa’ no pensá ma’ en el rancho, en el conuco. El techo de yaguas del bohío comenzó a dar vueltas. Pensaba en el Alcalde, en el gallo jiro del Alcalde. El techo ya se me echaba encima y no cesaba de pensá y pensá, mi canelo había e’ta’o bien güeno ‘e verdá en sus últimas peleas; pero contra el gallo jiro del Alcalde no le tenía na’ de confianza.


La noticia de la apue’ta entre yo y el Alcalde dentró a to’ los bohíos de Los Jovillos. Poco a poco se me diba el pique que me habíaarrastra’o a apo’tá to’ lo que tenía. Na’ má me quedaba el mie’o. Si, mie’o a perdé lo poquito que la vida me había deja’o sentí como mío; por eso díbame de mal humor al conuco, y volvía peor a prima noche. Tanta mala cara se me debió haber nota’o, que los muchachos de mi compay Nicasio no se me acercaban como de co’tumbre,al ve’me vení del conuco monta’o en el burro. Sólo el má chiquito de to’ ellos me pedía mangos y se limpiaba los mocos, gritando pa’ que yo me tirara del burro y lo cargara a calito-me como yo mesmo lo había aco’tumbra’o.


E’taba loco porque el domingo llegara. E’taba loco por soltá a mi canelo en la gallera y que to’ acabara. Etaba convencío de que mi gallo ni de chepa le ganaría al jiro del Alcalde. Cada prima noche, luego del mangú de rulos que Eduvige me preparaba de cena, díbame pal patio a mira’ al canelo metío en su rejón. Allí me encontró Eduvige la víspera de la pelea.


_ To’a la gente de Los Jovillos e’ta apo’tando pa’ esa pelea_. Dijo, poniéndome una mano encima del hombro, y mirando al gallo canelo -. Mucha gente va a tu gallo, Antonio.Tú eres quien menos confía en el.


_ Mira mujer, lo que pasa es que no me quiero cegá. Yo sé que e’te canelo tira pa’ lante, y me lo ha demostra’o; ¡ pero pa’ gana’le a ese gallo jiro del Alcalde va tené que hilá muy fino el cordobán!


Cuando salí a la mañana dominical e’taba nubla’o. El patio olía a de’gracia.Yo me apersigné y llamé a la virgen de Altagracia; pero ese olor no se diba. Era como un olor a difuntos que traía la brisa del aguacero. Las ramas de la mata de china parecían llorar en cada remeneo que le daba el viento. El patio e’taba tri’te y e’trañamente e’curecío. Antonces yo cogí mi gallo, lo metí en su funda, y salí pa’ la gallera. El cruce de Los Jovillos e’taba muy anima’o, la gente bebía romo, compraba frituras, y caminaba de un la’o pa’ otro. Cuando llegué, la gallera ya e’taba abarrotá de gente, de silbidos, de gritos.


_ Suerte, compay Antonio _. Me desearon en la entrada.


_ Gracias, compay Nicasio. ¡ Creo que la voa necesitá mucho!


A codazo limpio me abrí paso ha’ta el centro de la gallera. El Alcalde e’taba con el Juez de Valla, tenía a su jirito bajo el brazo. To’ e’taba li’to. Ajuera comenzó a jarinear, y me arrecordé de la sensación a de’gracia que sentí cuando salí al patio de mi bohío. "Güeno", pensé yo, alejándome del griterío de la gallera, ¡ "que to sea como Dio’ mande, ombe"! Saqué al canelo del saco de jarina, y el Juez de Valla lo palpó, y le chequeó las espuelas.

_¡‘Ta bien to’!-. Dijo el Juez de Valla-. ¡Lo pu’en echá cuando quieran, y que gane el mejor!

Les topamos las cabezas dos veces, y di’pué los echamos. Dende el mesmo principio, sin e’tudia’se ni na’, los do’ se atacaron sin cedé ni un chin. Se tenían mucha gana’ los do‘, y e’taban hermosos ahí en el centro, picando duro ‘e verdad, mientras ajuera el picoteo era del aguacero que ya caía con furia tropical sobre el campo de Los Jovillos. El gallo jiro del Alcalde saltó dos veces consecutivas, y la gallera como que se venía abajo con la gritería de lo’ jombres... Mi canelo encajó valientemente do’ e’polazos. Los picos se amarraban ,el salto, el golpe de espuela, la bulla. ¡Cinco minutos, y ninguno cedía! ´¡Cinco minutos, y mi gallito canelo e’taba tuerto ya! ¡Me lo diban a matá peleando, carajo, que de otro modo no podía sé! Ya si podía decí que no tenía bohío, que no tenía conuco, manque el gallito canelo to’avia e’taba para’o, como si juera vaina ‘e brujería, y de pronto el corazón se me quiere pará, cuando vide como mi canelo, tuerto, mal heri’o arrastra al gallo jiro y salta, y brota un rugío de to’as las gargantas, y vuelve mi gallito canelo a toma pu’el pico al jiro del Alcalde, lo arremenea, le da media vuelta y salta y tira, y ahí mesmo surge la algarabía, el piso de tablas de la gallera tiembla, la bulla crece como si los Tigres del Licey acabaran de ganá un campeonato de pelota. Un picotazo juerte de mi gallo, un golpe de bolsón, otro salto y otro e’polazo; las plumas del jiro merenguean por el aire, las voces suben y huelen a romo. Me eche un trago ‘e triculí a pico ‘e botella, no podía creé que mi canelo ganaba. El jiro e’taba moribundo ya, su rojizo plumaje e’taba to’ empapa’o de sangre, y ya no tiraba, no se defendía. El canelo lo trenzaba pu’el pico, lo bailoteaba, saltaba y lo hería. El alcalde cogió su gallo.


_¡ E’ta gueno ya! Tu gallo ganó, Antonio!_ Dijo, con ronca voz de borracho.


Camino a mi bohío, diba contándole a mi gallito canelo que lo curaría bien, y que má nunca lo echaría otra vez a peleá. Agora si me diva a casá con Eduvige, con el bohío y el conuco que acababa de gana’le al Alcalde díbamos a viví sin apuros. Ya e’taba bajo la enramá del patio de mi bohío, curando a mi gallito canelo, cuando los vide llegá.


_ Agora mesmo cuelo café pa’ ustedes_. Les dije.


Vide como se miraban y comenzaban una sonrisa que no llegaron a completá. Descansaron las culatas de las carabinas San Cristobal en el suelo. Seguía lloviendo, y el patio e’taba to’ enloda’o; antonces volví a recordá como olía en la mañana, cuando salí a cogé a mi gallo.


_ ¡No ombe, compay, olvidese del café,y vamonos pal Sisal,pue’hoy mesmo se han querella’o de que usté e’tá jablando mal del jefe!

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