lunes, 10 de marzo de 2008

El Día Del Ruido

El Día Del Ruido/Otto Oscar Milanese.


Parque 19 de Marzo 3
El Día Del Ruido
Otto Oscar Milanese
Del Libro Inédito "Azua: Sisal Y Sangre".

Saquemos las sillas, reclinemo’las contra er bohío, que se lo voa contá: Yo taba casi cruzando el arroyo, cuando lo vide to’. El motor der carro rugía y rugía, e’pantando a las ciguas que bebían en los charcos que el aguacero der día anterior dejó cerca der arroyo; pero las ruedas de alante taban bien enchivá, y patina que patina tirando lodo pa’ to’ la’o. Antonces, si señor, me arrecuerdo muy bien que er motor se apagó de gorpe, y ér salió der carro. Cuando lo vide, se me cayó er macuto que traía repleto de la yuca que había recogío en mi conuquito, y me puse to’ turulato, señor, entiendalo usté, cuando me diba a imaginá yo,que me tropezaría de frente con er Benefa’tor al cruzá el arroyo de Las Auyamas. Pero era ér, de eso no tuve dudas, porque taba cansa’o de ve’sus retratos en toa partes. Me arrecuerdo ha’ta de lo que pensé, cuando lo vide dí pa’l otro carro ‘onde taban varios guardias, "dende er día der ruido en El Rosario, la gente dice que por fín el progreso ha llega’o a La Plena de Azua, y parece que e’ verdá, porque ha’ta er mesmoTrujillo ha venío". Y no pude pensá má’. La vo’ de ér no me dejó pensá má’. Esa vo’ que tanto había e’cuchao de lejito’ en la radio der pueblo de Azua, agora se la e’taba llevando la brisa que soplaba por to’ el arroyo, y lo e’cuché clarito: !"Coño"!,usté perdone la palabra, pero eso fue lo que dijo el mesmo generalísimo, señor,¡"Quiero vé un puente sobre e’te mardito arroyo en sei’ días"! Y yo, vea usté, me sonreí, y pensé, "La gente de La Plena,e’ gente que sabe, e’ verdá que er progreso ‘ta llegando, ya vamo’ a tené puente". Pero no bien acabo yo de pensá eso, allí, como clava’o a la orrilla der arroyo, oigo que uno de esos oficiales que taban en el otro carro le re’ponde que sei’ días no e’ na’,antonces, señor, por si to’avía arguna duda tuviera de que se trataba de ér, er Benefa’tor le dijo ¡"He dicho en seí días, carajo, y en sei’ días se hará"! Corrí pa’’onde ellos, porque el oficial que se quejó der poco tiempo, me taba llamando pa’ que fuera a arrempujá er carro enchivao. Arrempuja y arrempuja, señor, y las ruedas patinando en er lodo, saliendo poco a poco. Los vide dirse rumbo a Puerto Viejo, y pensé, echándome er macuto al hombro "Cuando le diga a Tinol que ayudé a desenchivá er carro de Trujillo, no me lo va crée; pero güeno, e’ta mujé nunca ha creío en na’. Dende er día der ruido en El Rosario e´la unica que no quiere crée que er progreso ha llegaó, que por fin la Virgencita de Artagracia se ha acordao de e´ta tierra".


Tinol taba pará a la puerta der bohío, y dende que me vió le gritó a nue’tra hija "Artagracia, ve colando er café que ahí llega tu pay", antes de que yo dentrara pa’l rancho me lo dijo: "Usté no va crée lo que ha pasa’o e’ta tarde, Gerineldo". Er sor ya era de las cuatro, pero yo lo sentía como una brasa en mi e’palda, "Güeno, mujé", le dije dentrando pa’l bohío y dejando el macuto en un rincón de la sala, "¿ y que e’ lo que ha pasa’o"? Artagracia trajinaba en la cocina, y el olor der café me llegó primero que las palabras de mi mujé. "Aquí e‘taban to’ esos jombres embulla’os con la jugá ‘e gallos", me dijo Tinol, "armaban má’ bulla que er diablo, cuando detrá der círculo que habían forma’o se paró un carro; pero que carro que tenía brillo, Gerineldo, a pesar de ese porvazo que levantaba er viento, ese carro taba bien brillante". Se apareció Artagracia con una taza y un platico, "Sión pay", me dijo la muchacha, "aquí tiene usté su cafecito". Yo le eché la bendición a mi hija, y cuando la vide senta’se en una silla de güano e’peré a que su maye siguiera contándome. "Los jombres na’ ma’ gritaban que voa cinco al cenizo, y que voa to’ lo que tengo al cola blanca, y no se dieron cuenta que der carro salía ese jombre,y que diba derechito pa‘‘onde ellos. Los jombres e‘taban como enloquecíos sartando y gritando bajo e’te solaso de La Plena, ha’ta que uno de ellos le echó el ojo al jombre que ya e‘taba a do’ pasos der gentío, y gritó: ¡ "Coño, nos jodimos to’, Trujillo ha venío y no le hicimos caso"! Y se armó tamaña juidera, Gerineldo, pisotearon to’ a los gallos que quedaron medio muertos encima der polvo. Trujillo se reía mirando a los jombres corré, y a los gallos pisotea’os e’tremeciéndose, y ma´se rió, cuando los jombres que no tuvieron tiempo de salí juyendo, van y se le plantan al frente, y con er mie’o trepao en la vo’ le hacen un mar saludo militar y le dicen: "Perdone usté que no lo haigamos vi’to, jefe". Antonces, Gerineldo, er Benefa’tor se metió las manos en los bolsillos, y sacando un bollo de papeletas, comenzó a reparti’la diciendo: "Ya no pierdan má’ er tiempo jugando a los gallos, y ponganse a trabajá to’, que a mi no me gu’tan los vagos". Y los jombres como pa’ quedá bien, "que mire usté, jefe, lo que pasa e’ que aquí en Azua na’ ma’ hay sor y polvo", y Trujillo oyéndolos, medio serio, medio sonreío, como si e’tuviera creyendo to’ lo que le decían. "Aquí no hay na’ de trabajo, jefe, dijo otro del grupo, nojotros to’ tamos cansa’o de bu’cá trabajo, y no aparece na’, y pa’ cormo, ni siquiera agua tenemos pa’ regá nue’tros conuquitos. ¿Verdá, muchachos"? Casi to’ er mundo dijo que sí al mesmo tiempo; pero cuando se quedaron calla’o, la vo’ der Benefa’tor cortó como un colín: "Pue’ pronto van a tené mucho trabajo en la provincia de Azua, y al que se la quiera seguí dando de vago le va a pesá".


Vea usté, señor, me arrecuerdo como si lo e’tuviera dijiendo agora mesmo, que le dije a Tinol "An pue’, mujé, y por qué diba a pensá usté que no le creería, si yo mesmo ha tenío que arrempujá er carro der Benefa’tor pa’ desenchivalo allá en el arroyo de Las Auyamas". Y vea usté como son las mujeres, yo creyendo que no me diba a crée cuando se lo contara; pero me creyó, ¿"Cuantas papeletas te dió Trujillo"? Me lo tiró así de gorpe, y yo dijiéndole que no me había da’o na’, y ella con vo’ de burla "Tú ta oyendo eso, Artagracia, er Benefa’tor reparte papeletas entre unos vagos que juegan a los gallos, y al que ayuda a desenchivá su carro no le da na’". Y yo dijiéndole que Trujillo e‘taba muy encojonao, que quería un puente hecho sobre Las Auyamas en tre’ días; pero ella ni me miraba, le hablaba a nue’tra hija en el mesmo tono: ¡"Tú ta viendo como son los jombres mi'jita! Ya e’te se ha inventa’o un puente, con tar de apuñalearse los cuartos que le dió Trujillo".



El día der ruido, yo no taba en El Rosario, señor, así que to’ lo que pue’o deci’le e' lo que me han conta’o Artagracia y Tinol. Artagracia me dijo que su may taba sacando agua con un jarro de la tinaja, cuando e’cuchó el rumor que ya crecía por los la’os de La Cienaga. "Yo taba asu’tá, pay", me contó esa mesma noche Artagracia, "y ma’ mie’o sentí cuando vide que a mi may se le re’bala er jarro de la mano, y se tira de rodillas sobre er lodazar que el agua derramá formó en er piso de tierra. Mi may se daba gorpes con er puño cerra’o, y e’cupiendo su pecho gritaba: ¡"La virgen de Artagracia nos proteja, mija, porque se ta acabando er mundo"! Antoces yo corrí a la puerta, y comencé a temblá, mi pay, porque to’ era porvo y ruido, y no se veía na’.To’ los jombres juian pa’l monte, gritando lo mesmo que decía mi may, ahí arrodillá sobre er lodazar, ¡"Se acaba er mundo"! Y de verdá parecía que se acababa, mi pay, porque encima de mi cabeza sentía los aleteos de las bandá de ciguas, de rolones, de chichigüaos y tiitos que salían der monte; y er ruido má’ y má’ cerca, mi pay, y er porvo haciéndome tosé y tosé, mientras los jombres se metían pa’l’ monte, y der monte salían puercos cimarrones, iguanas y chivos que corrían despavoríos. Antonces, mi pay, cuando er ruido taba má’ cerca, y ya no se podía ni re’pira por to’ er porvo, se me ocurre di pa’ ‘onde mi may y deci’le: "Maye, levantese, que yo creo que er mundo no se pue acaba con porvo y ruido, porque porvo y ruido no matan a naide". Y mi may dejó de gorpearse er pecho, y comenzó a rei’se, primero se reía bien bajito, y di’pue, acabó riyéndose a carcajá entre tos y lágrimas, "Tíenes razón, Artagracia, me dijo, porvo y ruido no matan a naide". Ayudé a levantá a mi may der lodazar, y limpiándose las rodillas, caminó conmigo ha’ta la puerta. Todavía los jombres corrían y voceaban; pero er ruido se ‘taba apagando ya, y un rato di’pue se fue aplacando er porvo, y antonces pudimos verlos, mi pay. Taban to’ alinea’os en la carretera que va pa’ Puerto Viejo, y me arrecuerdo que er purpero don Tilín, salió de su negocio dijiéndo que en to’a su vida nunca había vi’to tantas máquinas juntas, "parece que er progreso ‘ta llegando a El Rosario", gritaba don Tilín, y má’ tarde me dijo que contó 30 bulldozers, 15 gredas, 8 tráctores y 6 palas mecanicas. "E’to e’ vaina der mesmo Trujillo", le dijo mi may a don Tilín. En la carretera un jombre se movía de una máquina a otra, gritaba y ponía a to’ los choferes de do’ en do’, y luego lo vide vení pa’ ‘onde nojotros. Antonces, ya to’ los jombres comenzaban a vorvé der monte, y to’ er porvo se había aposa’o sobre las ramas de las matas de cambrón, en los troncos de las bayahondas y en los techos de yagüas de los bohíos. En la carretera, los jombres que habían vení’o con las máquinas e’cupian echando pe’tes contra el sor y dándole manotazos al sudor que nacía en sus frentes. El jombre llegó a ‘onde nojotros, y luego de saludá nos dijo casi a’peramente: "Yo voa a repartí a to’ etos jombres en los ranchos de ustedes. Se van a quedá na’ ma’ que do’ días, y er Generalísimo quiere que los traten bien. ¿ Si alguien no ‘ta de acuerdo que lo diga agora mesmo? " Pero naide dijo na’, y cuando el jombre se marchó hacia los demás bohíos, dijiendo lo mesmo en to’as partes, mi maye le dijo a don Tilín er purpero, ¡ "Carajo, e’te progreso comienza con mar sabor compay"!


Manque lo había ordena’o er mesmo Trujillo, arresultaba duro tené que acomodá en tu bohío a un desconocí’o. Entiéndame usté, señor, y ma’ pa’ uno con mujé y con hija; pero er Generalísimo lo mandaba, y naide prote’tó. El jombre que durmió en mi rancho, era un tipo muy tranquilo y poco jablador. La primera noche se tiró a dormí en un rincón de la sala, dijiendo que no deseaba causá muchas molestías. Cuando le dije que la gente andaba murmurando que Trujillo deseaba echá er mar ma’ pa’ adentro, porque pensaba construí una casa de veraneo en El Palmar, me molestó la sonrisa con la que me miró. "Toa esa maquinaria e’ pa’ tumbá e’tos montes", me dijo sin dejá esa sonrisa socarrona. Mi mujé Tinol que lo ecuchó, se llevó las manos a la cabeza, ¡"Ay, Gran Poder de Dio"!, gritó Tinol ¿"pero que vamo’ a comé si nos tumban er monte"? El jombre ya no sonreía, señor, y se le notaba las pocas ganas de jablá que tenía, antonces, como si no lo dijiera pa’ nojotros, se tiró en el rincón, arreco’tó la e’palda contra el horcón y murmuró: "Aquí van a tené trabajo, mucho trabajo, to’a La Plena se va a llená de movimiento".


Y to’ er movimiento comenzó do’ dia’ ma’ tarde, cuando aún Tinol no había ajuntao las piedras der fogón pa’ colá café bajo la enramá der patio, ni er sor azuano quemaba los agrietados caminos. To’ era ruido de gredas y de buldozzers, señor, y los gritos de mi mujé me tiraron der catre, "Gerineldo, Artagracia, juigan", voceaba Tinol, pará a la puerta der bohío, "vengan a vé, e’ verdá que nos tumban er monte". Con er mar sabor der sueño en la boca, y amarrándome los pantalones, llegué a ‘onde taba pará mi mujé, y vide to’ er porvo que alevantaban los gredas, las matas cayéndose, ¿" E’to e’ er progreso"? Preguntó Tinol, tosiendo y lanzando un salivazo en la tierra. Arriba, er sor no salía to’avía y bandadas de judios y de rolones volaban bajo er azul sin manchas de nubes de e’te cielo.


Yo lo vide llegá to’ asustao a ‘onde la purpería de don Tilín, y pedí un fra’co de romo. Yo taba por dirme ya pa’l bohío; pero al ve’lo me quedé para’o a un lado de la puerta de la purpería, porque dende lejo’ se notaba que ese jombre no era de por e’tos la’os, señor, y e‘taba segurito que esa cara no la vide entre los choferes de los gredas y las palas mecanicas. Er de’tapó la botella y pegándose al pico se echó un trago largo. Er purpero don Tilín lo miraba dende atra’ der mostrador, sin decí na’; antonces lo oí decí que era ingeniero con’tru'tor, y vorvió a echarse otro trago, má’ largo que el anterior, a pico de botella, y yo pensando "E’te se caé aquí mesmo", y le dijo que se llamaba Anibal, y don Tilín dijiéndole que mucho gu’to, y er ingenierito se limpiaba er bigote con una mano, y vorvía a embica’se a la botella, cuando lo e’cuché hablá de nuevo, ya su vo’ era de borracho ¡"E‘toy perdí’o,compay"!, nunca orvido esa vo’, señor, nunca en mi vida he vuelto a e’cuchá una vo’ má’ dese’perá que esa. "Tengo que con’truí un puente sobre ese mardito arroyo, en sei’ día’ na’ ma’". Me arrecordé antonces de lo que había dicho er Benefa’tor cuando se le enchivó er carro. ¿"Sobre cuar arroyo",Preguntó er purpero don Tilín, y el jombre comenzó a rei’se de repente. Su risa le etremecía to’ er cuerpo, y yo no se lo voa negá, señor, sentí mie’o, porque esa risa no era güena, no que va, y también don Tilín se había da’o cuenta, y miraba extraña’o al jombre, que dejó de rei’se y otra ve’ se llevó er pote de romo a la boca. "En seí’ día’ na’ ma’, señor purpero, en seí día’ hay que tendé un puente sobre Las Auyamas". Vide a don Tilín acoda’se sobre er mo’trador, ¡"pero eso e’ imposible, señor ingeniero"! Y el jombre que vuerve a rei’se, señor, y que vuerve a dase otro trago, ¿"Imposible"?, casi gritó er ingeniero, saliendo de la purpería, y pasándome por el la’o con su tufo a romo, con su risa a mie’o, ¿"Imposible"?, ya diba por la calle jablando solo y riyéndose, "¡Yo sé que toy perdío"Dijo, caminando con la botella en la mano.


Yo mesmo trabajé pa’ la con’trucción de ese puente, señor. Trajieron capataces, trajieron vorteos que diban a bu’ca arena a la playa día y noche, y trajieron a to’ esa ruma de jombres que vagaban p’uer campo sin empleo; trajieron ademá una planta ele’trica, y aquello fue trabajá y trabajá a to’as horas. El ingenierito diba de un la’o pa’ otro sin dejá de dá jordenes, sin dejá de echa’se su traguito a píco ’e botella; pero er puente no avanzaba. Sólo habíamos podí’o tendé un pequeño tramo que se apartaba de la orilla del arroyo, y ya teníamos do’ día sudando como animales. Vide al ingenierito ma’ nervioso con cada hora que trancurría; le pue’o jurá, señor, que nunca ma’ he vuelto a ve’ a otro jombre que mirara tanto el reloj; nunca ma’ he vuelto a ve a otro jombre que aguantara tanto romo, y manque siempre diba de aquí pa’ allá de mar humor, sabíamo’ en el trance que ese probe infelí taba metío, y mucho’ de nojotros, los que trabajabamos el turno de día, decidimos quedanos a trabajá por la noche. To’ er mundo cansa’o, llevando carretillas de arena, y el ingenierito chupa y chupa romo, y to’ er mundo suda’o ligando cemento; pero er puente no avanzaba ni por er día ni por la noche, y to’ el mundo tirando cemento y poniendo varillas a la lu’ de la planta ele’trica. A ratos, el viento traía un retazo de la mangulina de por los la’os de Guayacanal, "Yo soy batonero, ombe/ de aquella enramá, ombe/ y el que no me paga, ombe/ no me baila má", y ese mesmo viento nos secaba er sudor de la e’parda, señor, y to’ er mundo paleando cemento, "Madora, Madora, ombe", er viento arreciaba con fuerza remeneando las ramas de las matas der monte, y traía con má claridá la mangulina, "Madora cheché, ombe/ pégame un traguito, ombe/ de caramaché". Er ingenierito miraba con tri’teza que er puente no se había de’pegao mucho de la orilla, y e’cupia con rabia entre las piedras del arroyo,y ante’ de que el romo se le acabara, mandaba a un jombre a El Rosario pa’ que le tocara la puerta al purpero don Tilín a cuarquier hora de la madrugá y le mandara otro pote de romo.


Cuando er Benefa’tor vorvió to´er mundo ya taba derrenga’o de tanto palea cemento; y sin embargo, con tan sólo mirá ese carro negro y sabé que quien llegaba era el mesmo generalísimo, to los jombres comenzamos a trabajá con ma ardor. De reojo vide como el ingeniero se enderezaba, y pa mi que el jumo se le había pasao de gorpe; antonces, le pue’o jurá por la mesma virgen de Artagracia, que la puerta de uno de los carros se abrió violentamente, como si le hubieran dado una patá, y manque no queríamos, por la presencia de Trujillo, dejá de laborá, to er mundo se detuvo de gorpe, a mi se me cayó la pala cargá de cemento, y como si tuviera bien prendío de triculí, me quedé mirando ar capitán que caminaba hacia er probe ingeniero. Lo vide abrí la boca, pero no llegó a decí na, la punta de la bota der capitán se le metió con violencia en un costa’o, y er probe jombre boqueó bu’cando aire, antonces, er capitancito ese le metió con rabia er puño en la boca, tirándolo entre el porvo y las piedras. Do’ capitanes má’ salieron der carro, y arra’traron al infelí que diba echando sangre por la boca. Yo no taba aún repue’to del su’to, cuando por segunda vez en mi vida vide al Benefa’tor; salió del otro carro y diba jablando lo ma quita’o de bulla con un jombre que luego arresultó ser el nuevo ingeniero. Agora, a pesar de to lo que acababa de pasá, Trujillo no me parecía encojona’o, ma bien se le notaba un rostro medio alegre, medio endurecí’o, y le echaba un brazo al jombro ar nuevo ingeniero. "Mire usté que vaina ma tri’te le pasa a los que no obedecen mis jordenes", oí que Trujillo le dijo al jombre, y vide como la punta de la bota der Benefa’tor revorcaba en el polvo los dientes que er puñetazo der capitán le había arranca’o al ingeniero. "Hoy e’ jueve" vorví a e’cuchá la vo’ der jefe, "y er lune yo quiero pasá ese puente pa di a Puerto Viejo". Lo vide dá media vuelta y caminá hacia el carro sin mirá a naide. Cuando ya er porvazo que los carros dejaron al arrancá se había aplacao, el nuevo ingeniero to’avía miraba los dientes en el suelo.


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