martes, 4 de marzo de 2008

El Aguajero/Otto Oscar Milanese

El Aguajero/Otto Oscar Milanese

Casa linda de cementoEl Aguajero/Otto Oscar Milanese/Del Libro Inédito "Azua: Sisal Y Sangre".

En el Azua de los 60s,
a la memoria de Gambeta y Chuchú.



El mal regusto de la resaca lo tiró del catre cuando el día andaba por su mitad. Antes de tomar el arrugado pantalón del espaldar de la silla, metió la mano en el bolsillo trasero, extrajo la cartera y se cercioró de poseer la cédula. "Chuchú podía andar sin un chele en los bolsillos; pero sin la tarjeta de identidad, jamas, era una costumbre desde el tiempo en que andaba con los tres golpes . Al abrir la puerta del rancho de palmas, el sol azuano lo encandiló y se restregó los ojos con pereza. Un sabor a estómago vacío estalló acidamente en su boca, el erupto arrancó una mueca de asco en un transeúnte; pero a "Chuchú" no le importó, ni siquiera le preocupaba saber si comería aquel día. "Un trago", pensó, mirando el polvoriento trecho de calle que va desde la Santomé hasta la Emilio Prud’Homme, ¡"sólo un trago me quita estos malditos temblores"! Frente a él, en la otra calzada, de la pulpería de Fulvio entraban y salían clientes, "Ya no puedo cogerle fiao un chele más", murmuró con voz estropajosa, "y es demasiado temprano pa’ que estén abiertos los cafetines, además ni una sobra de romo encontraría en las mesas, ya me las bebí todas en la madrugada".


Desde la esquina de la Santomé con la Bartolómé O. Pérez, con las manos temblando dentro de los bolsillos desfondados del ráido pantalón, maldijo la ocurrencia de los zapateros de no trabajar en día lunes. La puerta del callejón, en donde su compadre "Gambeta", lezna en manos, y con el pote de triculí siempre cerca del banco en donde se sentaba a laborar, estaba cerrada. Echó a caminar en dirección al parque 19 de Marzo, sobándose el bigote con dedos tremulos y ofreciendo su calvicie al reverberante sol de mediodía. Divisó a "Gambeta" parado en la esquina de Aván, y apresuró el paso, su rostro, de por si jovial, ensanchó la sonrisa. "Compadre", dijo, llegando a la esquina, "necesito un trago urgentemente". "Gambeta lo miró sonriendo, por encima de los hombros de "Chuchú", podía ver en la calzada del parque a las cazaberas corriendo tras los carros de pasajeros. ¡"Coño, Chuchú"!, le dijo "Gambeta", ¿"Y desde cuando a ti se te ha acaba’o la labia pa’ consegui’te un trago, mi hermano"? Se quedó mirándolo con ojos que reían entre un parpadeo y otro, antes de responder: "La vaina no está fácil, Gambeta. Tú sabes que si decido ponerme el viejo traje de rayas y me tiro pa’ los campos a casá gente, regreso con gallinas, huevos y platanos, además de un buen pote ‘e romo; pero ahora lo que necesito es un trago pa’ calmarme los nervios, después se me ocurrirá algo pa’ conseguí la botella". Gambeta lo haló del brazo para caminar, en el parque las voces de las cazaberas le anunciaban el queso blanco de bola a los pasajeros. "Este es un mal día, Chuchú. Los zapatos que terminé ayer ni siquiera los han ido a buscar, y no cuento ni con una mota pa’ un frasco de triculí. ¡Fijate si estamos salao, ayer jugué el 81 y tiraron el 82 en primera, así no hay cristiano que se salve"! "Chuchú" se detuvo bruscamente, estaban a mitad de calle, "Gambeta" le miraba sorprendido. ¡"Repite eso, repitelo, porque creo que somos ricos, Gambeta". Echó la carcajada, llamando la atención de los clientes de la tienda de Elcira, ¡"Ricos, no, Chuchú, somos millonarios"! Volvió a reirse ¡"Pero no te apures, compadre, que de que nos prendemos hoy, nos prendemos, eso es de orden y ley, aunque sea con berrón nos damos ese jumo"! Subieron la calzada. "Te digo que somos ricos, Gambeta. ¿Estás seguro que fue el 82 el número que tiraron en primera ayer?


Salió alborozado del rancho con la planilla de quinielas en la mano, ¡"Mira, mira, convencete tú mismo", le mostraba sonriendo las quinielas. "Gambeta" tomó la tira de quinielas, se reclinó contra el poste del tendido eléctrico, apoyando uno de sus calzados en el y flexionando la pierna en posición de cuatro. ¡"De orden y ley, son del 82, Chuchú; pero estas quinielas son viejas, no son del sorteo de ayer"! Los labios le temblaron, en los ojos relampagueó la malicia, ¿"Y quien se va a fijar en la fecha de estas quinielas, Gambeta? Sólo necesitamos que la gente vea el número". "Gambeta", comenzó a sonreir, contando la cantidad de quinielas que sostenían sus manos, ¡"Creo, Chuchú, que por hoy seremos algo más que ricos"!


El largo pitazo de la sirena que anunciaba las dos menos cuarto acababa de callar, cuando con el traje y el sombrero rayado se plantó a mitad de calle, frente al parque 19 de Marzo. El carro de pasajeros frenó frente a él. Salió el chofer regordete, iracundo. ¡"Está usted loco, carajo, por poco lo atropello"! "Gambeta" observaba sentado en un banco; por las ventanillas del carro salían las expresiones curiosas de los pasajeros. "Chuchú", con ademanes melosos le puso una mano en el hombro al chofer, "Quiero bañarlo en cuartos, y usted me habla así. ¡Coño, la verdad es que no hay quien entienda a la gente", su voz salía atropelladamente en tono alto, para que le escucharan los pasajeros; luego, bajando la voz para que le escuchara sólo el sorprendido chofer, ¿"No le gustan los cuartos, mi hermanito"? Desde el carro llegaban los gritos de protesta de los pasajeros. ¡"Ya quitese de en medio"!, dijo el chofer enojado, "Esta gente quiere llegar temprano a San Juan de La Maguana". Lo miró fijamente, primero fingiendo enojo, luego su rostro se distendió en una ancha sonrisa, "Mire, mi hermanito, a mi y a mi compadre, mirelo allí sentado en ese banco", señaló con un gesto a "Gambeta", "se nos ha antojado pasear por el pueblo en carro, y como no tenemos carro; pero si tenemos cuarto, estamos dispuestos a pagar lo que sea". Las protestas arreciaban desde el coche. Algunos pasajeros habían salido y estiraban los pies. "Tengo que llevar a esta gente a San Juan, ya me han pagado". Dijo el chofer. "Gambeta" se acercó, estirando los brazos, desperezándose, "Mi compadre Chuchú", dijo "Gambeta", "está dispuesto a pagarle cada pasaje, devuelvale sus cuartos a los pasajeros. Usted no perderá ni un chele, eso es de orden y ley, y encima, mi compadre le pagará por el tiempo que nos pasée por el pueblo". Miró a los pasajeros, luego a "Gambeta" y a "Chuchú". "Ustedes no tienen pinta de que puedan pagarme eso que dicen". "Chuchú" rió y le tiró los brazos al hombro, ¡"Qué relajao es este tipo, Gambeta, mire, mire usted, si notenemos cuartos"! Le mostró la tira de quinielas, "nada más tenemos que cambiar estas quinielas en elAlmacén de Los Recio. Usted decide, mi hermanito, siga para San Juan de La Maguana con la miseria que ya se ha ganado, o quedese un par de horas en Azua, y haga dinero".


Maldiciones. El regordete chofer abrió el maletero. Improperíos. Pasajeros y equipajes al borde de la calzada del Parque 19 de Marzo. "Chuchú y "Gambeta" entraron a la parte trasera del carro. Las maldiciones subían de tono desde el parque. "Ustedes me dirán por donde cojo", dijo el chofer, cerrando la portezuela, "yo no conozco este pueblo". "Gambeta se acomódó para la portezuela derecha, ¡"Ya lo conocerá, eso es de orden y ley, ya lo conocerá, amigo"! "Chuchú", parpadeando, sentado detrás del asiento del chofer, bajó los cristales de la portezuela, "Ustedes no se inforforen tanto, que mientras yo tenga cuarto no los dejaré en la calle. Si no consiguen otro carro para San Juan, vendré a buscarlos y a cada uno le pagaré una habitación en el Hotel Carmencita; pero nadie me va a dormir en la calle, asi que tranquilos."


"Las siete de la noche", se quejó el chofer, ¿"cuando piensan pagarme? Ya hemos andado este pueblo de arriba abajo. Les he comprado tres botellas de Brugal que me deben con los pasajes que tuve que devolver, más las horas que llevamos dando vueltas". "Chuchú destapó la botella, bebió, se limpió el bigote con el envés de la mano derecha y le tendió el frasco a "Gambeta". "No se queje, mi hermanito, porque no se fija que hemos saludado a casi todas las mujeres del pueblo", eruptó, "o a usted no le gustan las mujeres o no le gustan las azuanas, porque en ninguna se ha fijado; pero mire si soy bueno, que no lo dejaremos ir sin gozar la vida, ¿verdad que no lo dejaremos ir en blanco, compadre Gambeta?" Se pegó a la botella antes de responder: ¡"Eso es de orden y ley, compadre Chuchú, este choferazo no se nos va sin conocer la tierra de nadie"! El automovil dejaba lentamente atrás el mercado público, bajando por la Santomé. "Yo no quiero ir a ningún lado", dijo el chofer de mala gana, "lo que quiero es que me paguen y largarme ya. Diganme dónde quieren que los deje". "Chuchú arreció sus parpadeos, "No se nos ponga así, mi hermanito. Le vamos a pagar, pero no podemos cobrar las quinielas a estas horas. Habrá que esperar que el almacén de los Recio abra mañana". El chofer lanzó una imprecación. "Gambeta" rió, y volvió a echarse otro largo trago. "Haga lo que le decimos, hombre, en los cafetines la noche vuela, además, pensamos pagarle por la noche". Los tres hombres se callaron . El chofer rompió el silencio: ¡"Está bien, no me queda más remedio; pero mañana temprano, cuando ese almacen abra, quiero mis cuartos".
El gordo Cutuca los vio llegar y le hizo señas al dependiente que limpiaba el largo mostrador con una lanilla roja. Se asillaron frente a una mesa desde donde podían ver un trecho de pedregosa calle. Antes de que la vellonera trajera a Felix del Rosario "Juana me mandó a buscar/pa’ taparle una gotera"... "Chuchú pidió en voz alta una botella de Brugal. Ya el merengue iba por "porque en la casa de Juana/llueve adentro y escampa afuera", y aún no llevaban el ron pedido. Los tres parecían conversar animadamente, y de pronto, "Chuchú" interrumpía la conversación y volvía a gritar que le llevaran el Brugal. Las parejas bailaban arrimándose los cuerpos con ansiedad, "se mojan los cueros/y la colchoneta/bendita gotera de Juana/que me da carpeta"... ¡ "Coño, pero esto es el colmo, no joda"! Exclamó "Chuchú" levantándose y caminando hacia el mostrador. ¿"Qué pasa, mi hermanito", le dijo al cantinero, sin poder contener el rápido parpadeo de sus ojos, "no me has oído? He pedido un Brugal y tres vasos". Detrás del mostrador, el hombre limpiaba vasos con un paño blanco. "No hay Brugal", dijo laconicamente. "Chuchú" se acodó en el mostrador, "Pués dame un pote de Bermudez Blanco, entonces". Levantó el vaso a contra luz y miró el fondo. "Tampoco hay Bermudez Blanco". Realizó un gesto de impaciencia con las manos, "Entonces dame cualquier clase de romo que tengan". Dejó el vaso sobre el mostrador, clavó los ojos en "Chuchú" que se alisaba los bigotes. "No hay romo para usted", dijo tranquilamente, "orden del dueño". "Chuchú" miró hacia el rincón en donde estaba sentado el gordo Cutuca, y sin mirar al cantinero, dijo "Ya verá como arreglamos esta vaina".


Lo vió venir y no se movió. El codo sobre la mesa y el mentón descansando en la palma abierta de la mano. Le conocía la sonrisa que traía, no podía engañarle más. "Coño, Cutuca", dijo "Chuchú", así tratas a tus clientes fijos, ordenando que no se lesirva". Se quedó mirándole sin modificar la postura. "Chuchú, ya no puedo darte una botella más, hasta que no me pagues". Haló una silla y se sentó frente a él, para decirle en tono confidencial: "Ya sé que no me crees, Cutuca; pero mañana te pagaré hasta el último chele de lo que te debo". Extendió el cuello sobre la mesa, buscando aproximarse más al otro, para murmurar en tono más bajo, "Ves aquel hombre que está sentado con mi compadre Gambeta. ¿Lo conoces? ¡No, seguro que no lo conoces, Cutuca, no es de Azua! Ese hombre es mi chofer". La carcajada estremeció el vientre de Cutuca. ¿"No me crees, verdad"? Levantó el tono de la voz, "Si quieres parate en la puerta, al frente está su carro". Se levantó lentamente sin dejar de mirarlo., "Oye, Chuchú, nunca me has engañado con una de tus historias. Si quieres beber, paga lo que me debes, o por lo menos paga el romo que piensas beberte". Ya se retiraba, cuando se levantó rapidamente, "Espera, Cutuca, mira esto", dijo, mostrándole la planilla de quinielas. ¡"Es el número que tiraron ayer en primera"!, exclamó Cutuca. ¡"Ves que tengo cuarto pa pagarte"!, dijo "Chuchú", ordena que manden un pote de Brugal a aquella mesa, y mañana tú mismo me acompañas al almacén de los Recio pa cambiar estas quinielas".

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