martes, 4 de marzo de 2008

A Cóntarselo A Gloria/Otto Oscar Milanese

A Cóntarselo A Gloria/Otto Oscar Milanese


A Cóntarselo A Gloria/Del Libro Inédito "A Contarselo A Gloria Y Otros Cuentos".


A tía Gloria Italia Milanese, con todo el cariño de siempre,

Otto Oscar Milanese.

El maestro Esteban abandonó eufórico las oficinas de correos. Sus viejas manos convulsas sostenían el sobre que incitaba su agitación. Meses: uno, tres, cinco, siete, aguardándolo, y... ¡Bueno, ahí estaba! Ya le ardía entre los vacilantes dedos.¡Era cierto! Instintivamente sospesaba y arañaba la superficie lisa del papel. ¡Era cierto! ¡Ciertísimo! Y de puros nervios no osaba abrirlo. ´¡ "No, no que no llegaba"!, pensó en Gloria, frecuentemente amonestándole con voz pesimista de vejez atribulada por las deudas. "Si no fuera por los chelitos que nos remite Rodolfo, ya estarías en la cárcel, viejo", la voz de Gloria parecía meterse por las hendijas de las viejas tablas de la casa y salir cuando el menos la esperaba, "Esos cheques de la jubilación llegan cuando uno ya se ha muerto, y tú todo lo quieres pagar con dinero que aún no te mandan".


Mira el sobre y lo remira.¡No cabe error, ha llegado! El membrete es del gobierno, y tras el transparente recuadro de papel le sonríe su nombre, su dirección. ¿"No que no llegaba"? ¡A ver que rostro de agradable estupor ensaya Gloria!¡A oír que dice ella! Las estrecheces de los meses últimos se paliaran, y el maestro Esteban se contenta pensando que ya no la sentirá revirarse incómodamente en la cama, atrapada entre el desvelo y la mortificación por lo que se debe en la pulpería, lo que se le debe al prestamista turco. ´¡"No que no llegaba, Gloria"! ¡A ver que cuenta Rodolfo cuando se entere! El maestro Esteban intuye que sus manos sostienen la clave para aligerar preocupaciones. Su muchacho - ¡pobre muchacho! - no se afligirá en el ejército entre el devengamiento de un salario yotro, pensando que ellos no apañan la mesa; pero lo que mas le agrada al maestro Esteban es que ya no tendrá que acudir a la casa del síndico o a la del senador, quienes ya lo evaden o le muestran cara ceñuda, o le mandan a decir que no están. No, ya no implorará que intercedan por él para agilizar los trámites de los pagos de su jubilación en la capital. Ya no volverá a donde el turco a pedirle prestado. "Ya lo ves, Gloria, con lo de la jubilación, y con lo que el muchacho nos manda, atravesaremos la vejez sin sobresaltos".


El reumático paso del maestro Esteban se anima, cuando piensa que a su mujer la abandonará el zozobrante sufrimiento moral que la desgasta. Ya nole escuchará el suspiro que desata el fardo de tensiones acumuladas durante días, en espera del dinero que envía el muchacho para pagarle al turco, al pulpero... ¡Eso ya se acabó! ´¡Ya no!¡Ahora a contarle a Gloria que ya no! Ahora ha llegado el instante tan deseado; sus trémulas manos sudan agitando el sobre, ya tiene a Gloria de frente, y con movimientos imprecisos se ajusta los gastados anteojos, rasga nerviosamamete el sobre: Frías condolencias oficiales por el deceso en servicio del hijo, y la gubernamental promesa de pasarle una pensión a los padres, por los servicios que el muchacho prestara a la patria.

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