lunes, 10 de marzo de 2008

Sueños Con Un Fondo De Espejuelos

Sueños Con Un Fondo De Espejuelos/Otto Oscar Milanese

Sueños Con Un Fondo De Espejuelos
Otto Oscar Milanese
Del Libro Inédito "Sobre Sueños Y Escrúpulos".

Veo caer por un costado la diestra de Catherine. Duerme. Tranquilamente duerme sin que la importunen los disparos que suenan en la TV. Todo el día pensé que cuando la observara dejar caer el brazo, como todas las noches, sería asunto de cuatro, cinco, seis pasos en puntillas, y acabar. ¡Acabarlo así! No más sonriente Catherine dejando ir tan suave una explicación tras otra: "Norma, querido, parlotea más que un político con itinerario de campaña por provincias". Dejando escapar tan sutilmente un suspiro, "Lo fastidió todo encontrarmela a la salida de la tienda", mudando a su antojo la conversación, como asumiendo que me doy por satisfecho, ¡"Pobre Wiskers, su mirada cuenta que el hambre azota al mundo"! Cuatro, cinco, seis sigilosos pasos hasta plantarme frente a Catherine, y... Jamás Wiskers maullaría sobándose contra las preciosas piernas de ella. "El abrelatas, cariño. ¿Sabes donde abandoné el abrelatas? Wiskers ya no puede con su hambre".


Durmiendo ya, pienso, sueño, pienso que me voy quedando dormida. Wiskers es un calorcito runruneante a mis pies. El aliento del día es una desgana repartida por todo mi cuerpo. Sueño, pienso, sueño los intereses que cobrará el bombardeo publicitario de la marca de shampoo que prefiero. Rememoro, si es que no sueño, que la TV se quedó encendida; procuro reincorporarme sin lograrlo. Exactamente no he logrado procurar realizar nada, porque Wiskers no se ha movido a mis pies, y en la pantalla discurre una disparatada procesión de comerciales. Pienso, sueño, pienso, y como abrazo que me abrasa todo eldía retorna a mi. Me agita una leve convulsión de fatigas rutinarias. El día es un cerco de reiteraciones nauseabundas. Pienso, sueño, pienso y regurgito la inconcreta opresión perseguidora de mis sueños.Irremisiblemente no existe evasión. La vida continúa en el sueño, o el sueño es otra forma de vida dentro de la vida. Las frases que vienen de la TV se dilatan siglos en llegar a mis oídos, las asimilo tardíamente entre un tiempo que limita mis sueños de la realidad.


Marc viene de, y retorna a la sála. Algo anda en Marc que no es Marc. No me lo confía ni yo lo pregunto. Sueño a Marc. Pienso el dolor. Sueño caviloso rostro irresoluto que me mira el sueño desde la flojedad de los parpados, hasta el ruidito caliente y peludo que se aplasta contra mis piernas. ¡Pobre Marc! ¡Cómo lo fastidia sufrir imbecilmente! Sé que no ha creído ni pizca de lo de mi encuentro con Norma. ¡"Luces tan estupenda"!, ¿realmente me lo dijo, o lo sueño ahora, cuando Marc sufre, cuando la noción de su sufrimiento se incorpora a mi sueño? Pudo haberlo dicho. Norma nunca sabe decir otra cosa. "Marc debería cuidarte más. ¿Y dónde está que no va contigo"? La boca abierta, desmesurados los ojos. Jamás sabe fingir de otra manera menos ridícula su asombro. No la culpo. somos una pura repetición, una mala copia de nosotros mismos; por eso casi puedo entender a Marc y su afán de inventarse un estúpido sufrimiento. Tal vez es su evasión de lo rutinario. No la culpo a ella, ni a Marc. Y sueño, pienso,sueño que otra mañana matará la dejadez de mi sueño y...


Primero llegara el chirrido de la portezuela del pequeño jardín. No se hará esperar su queja porque dejé pasar otro día sin engrasar los gosnes. La siento escaleras arriba. Puedo verla dejando ascender los cuidados dedos por el pasamanos. El golpe de su perfume avisa que abrió la puerta. En vano, mi olfato quiere rastrear alguna aroma extraña en ella. Nada. Nunca nada anómalo. Su olor es su olor, y su beso de llegada es un sabor completo a Catherine. Un sabor a inquietud, a culpas me impide entregarme entero a la tibieza de su abrazo; busco en sus ojos huellas de una realidad soterrada. Nada. El mundo de Catherine se me revela en el azul intenso de una mirada que no rehuye mis ojos. Un pulcro mundo de apartamento ordenado que cohabita con Wiskers y conmigo. Y más nada. Yo mismo le conozco la fatiga que la duerme frente a la TV. sin despojarse de la vestimenta y con los anteojos puestos. ¡Pobre sueño ruin, el soñado con ateojos! A Catherine parece importarle poco o nada. Endeblemente se deja estar de costado, y me zahiere su repentina laxitud. Mirándola siento su fragilidad como un vacío en mi estomago. Me duele ella con toda su vida sobre si. Nunca nada. Cuatro, cinco, seis pasos y la beso entre el rubio de la cabellera y la sién.


... Probaré frente al espejo más de un vestido. Toda la mañana acudirá acidamente a mis desaprobaciones. Marc no lo dice, pero intuyo que piensa que me agrada mirar y remirarme al espejo. Sueño sus irónicas miradas a la figura que reflejo en la vidriosa concavidad, y escucho sus amorosos reproches "Posées un ropero atestado, y cada mañana dices que no tienes que ponerte". De perfil me tira el espejo una pequeña obesidad creciente. "No entiende", pienso soñando, "nunca comprenderá que ya ninguno me queda". De frente, convengo con la imágen que observo, que debo andar en sobrepeso. "No comprende", sigo soñando, "jamás entenderá". Me ha besado. Sentí su beso a sueño que rueda por mi sién. No tuve ganas de abandonar la somnolencia y enteramente echarme a la vida. Ya se encargará la mañana de regresarme a las repeticiones. En tanto, un olor a café sobrenada en mi sueño. Y veo, sueño que Marc acaba de ponerse el sobretodo a toda prisa, y acude a sonarme un beso al mentón. Anteriormente me traía un fuerte abrazo inesperado hasta la cocina, y mi cuello le invitaba al beso, a retrasar su marcha. Ahora nos queda la misera prisa de existir para lo conocido. Despedaza mi sueño el rugido del motor de su coche. Pienso al borde de la realidad ¡"Pobre Marc! ¿A dónde irá"? Y vuelvo a dejarme ganar por una pesadez que va desglosando la vacua cotidianidad de él, manchada de hábitos casi inadvertidos.


Acabo de revisar el fondo negro del bolso que usó al salir. Sé que nada encontraré. Y nada encuentro. Catherine se va tornando extraña cada día más. Una frase que se le escapa a solas, mientras viene y va trajinando por la casa; un gesto distraído que muchas veces le impide responderme cuando le hablo. Inutilmente he aguardado el quedo tono confidencial de su voz, relatándome sus preocupaciones. Prefierehablar con ella misma, o con no sé quien, extraído, a lo peor, de su imaginación. A lo peor con el recuerdo de alguien tan real, y tan infiltrado en sus días como yo, como los impertinentes maullídos de Wiskers. Va y viene, y prefiere soltarle un par de secretas palabras al espejo; reservándome el más avinagrado timbre de su voz, y las pueriles dísputas caseras. Casi me convenzo de su fidelidad, mirándola desgastarse entre los días; apagarse en su propio sobreseimiento. ¡Pobre Catherine!Una ineludible lástima creciente y mutua sobrenada entre nosotros, ensucia las alfombras y el empapelado de los muros. ¡Wiskers está más vivo que nosotros!


Siete años me han mirado sacar el automovil a las siete de la mañana. Siete años conocen mi existencia como un lunes a viernes. A las cinco de la tarde, con el idéntico cansancio de otros días; la abulia de fumar frente a luces rojas, y la olvidada sensación de reencontrarme en cada extraño rostro anónimo. Siete años me han visto aparcar el automovil en la marquesina. No sé que ha ocurrido, y tengo miedo de saberlo, de soñarlo. Un día se fueron las ganas, y es todo. Marc no lo advierte, y desconfía.Un día ya no hubo deseos en mi. Quedaron la vida y los días como infinitos desiertos ante mi pequeñez. Me sobrecogí de pavor... ¡Y es todo! Marc no lo entiende. Sueño que no lo entiende, y lloviznan sobre mi alma reminescencias incapaces de abonar una débil sonrisa sobre el labio de mis sueños. Días mejores, instantes de imprevistas alegrías díscolas, que luego se recuerdan melancólicamente; acaso porque intuimos que se han constituido en momentos insuperables, y que no nos resta nada tan intenso y emotivo; acaso sólo porque la vida es una incongruencia,y queda implícita en ella, la de recordar cosas alegres con el rostro entristecido. Sueño retales de nostalgias, y acudo hacia mi.No podré pasar más allá. Estoy aquí vestida y tirada en el sofá y a la vera de Wiskers. Vestida y tirada para el engaño de cada día. Wiskers es inmensamente dichoso. Le basta comer y sobarse contra mis piernas. Su calorcillo me agrada. Es un calor ingenuamente seguro.Le es suficiente inflarse, estirarse y sacudir lapereza. Casi envidio a Wiskers. Le basta maullar, jugar por los rincones y encaramarse al sofá, para quedarse largamente quieto, sin la certeza de que un día se acabará. Envidio a mi gato, y Marc me tomaría por loca si se lo contara.


Dubito. No me decido.La irresolución aplaza lo ideado. ¿Cómo, con qué hacerlo sin estropearle la belleza? Una de las almohadillas del sofá... Eso es... Cuatro, cinco, seis pasos y el azul de la almohadilla aplastándose contra su rostro. Debo estar enfermo. Si Catherine captara mis pensamientos, no pasaría un día más a mi lado. Sueña apaciblemente ajena a todo. Sueña con los anteojos puestos, y yo pienso lo que pienso.


Un oscuro impulso de echarme entre las ruedas de un automovil en marcha. Siento el sueño estremecido de vértigo. ¿Desde cuando sueño que me planto al borde de la calzada, mordiendo, reprimiendo mis insanas ansias? A borde casi de realidad y con la brisa en la cara. ¿Desde cuando pienso en lo que hay más allá de ese instante, y cada vez siento menos miedo de el? ¡Fácil! ¡Nada más echarme y todo acaba! No más Norma repitiéndose en mis oídos.Se acabaron las agendas atiborradas de aburrimientos. ¡Fácil! ¡Nada más echarme! Sueño, pienso, sueño a Norma abrazándose llorosa al cohíbido Marc. ¡"Debió enloquecer, la pobre! ¡Ella lo tenía todo"! Un ligero sobresalto casi logra despertarme, ¿lo tengo todo?: Un precioso apartamento, un coche del año; un trabajo estable y bien remunerado, y un apuesto compañero,comprensivo y amable. Sueño todo lo mío y me quema la desnudez, la imposibilidad de poseer realmente algo. De frente a mi sueño, me siento vigilada por la realidad de sólo tenerme a mi y a mi muerte. Pretendo denodadamente aferrarme a mis mejores instantes; abrazo solamente aire, vacíos, pretéritos... ¡Nada! Marc retorna a mi sueño, y escansea shampagne en las copas. Ha vuelto como una sombra desprendida de esa tenue luz que nos ayuda a bailar uno contra otro. Brumas, música suave, shampagne... ¡Existo! No es la música ni el shampagne ni la semi oscuridad ni el gravitar acompasado en los brazos de Marc...Existo golpeada de conciencia, desnuda, indefensa. Un día ya no seré. Sueño, pienso, siento el desencanto reptando por mi vida. No se lo contaré a Marc, ni siquiera me lo refiero a mi misma. ¡Ya estoy muerta! Pobremente cuerda y apuñalada de ineludible realidad.Hoy, mañana,cualquier futuro me negará vivir el presente. ¡Y es todo!


¡Estoy a un paso de entenderlo! No abrigo dudas sobre la fidelidad de Catherine. Se ha entregado a vivir plenamentepara las horas de estos muros, para mi, para Wiskers. Ya casi significa tan poco, como una sombra olvidada de ella misma, a la hora de apañar la mesa, o de redactar los fríos lístados interminables de los alimentos que piensa comprar en el supermercado.Convencido. Es impredecible, pero nada oculta, ni siquiera su amor pasivo aflorando debilmente a ras de oblicuas miradas, o en el fondo de comentarios casuales, intrascéndentes. Estoy convencido de su rutinaria fidelidad discreta. Necesito una excusa para moverme hacia ella. Cuatro, cinco,seis pasos y no sospesarlo más. Urjo de motivos. Catherine casi lo desea, lo pide a gritos desde el espejuelado fondo de su sueño.


¡Todo es mío! Me pertenece hasta la tenacidad de Marc, cuando al fin decide apagar la TV, y lucha enconadamente por despabilarme y arrastrarme hasta la cama. La voz de Marc desde la nebulosa fatiga de otras copiadas ocasiones;de otras veces tan parecidas. ¡"Levántate"!, suena a eco de mil veces. ¡Todo es mío! Llevo hasta mi sueño las ocasiones de sus manos bajo el cobertor, y me remueven los mil pretextos que se oponen a sus reclamos.Sus manos suelen irse con el coraje que mi sueño le reconoce en la voz. Pienso en la alarma del reloj despertador; en mi largo cansancio rutinario, en una jornada tras otra.¡Pobre Marc! Lo relego a la espera de otra noche. Mi sueño y mi fatiga lo condenan. Wiskers saltó del sofá a la alfombra, es la señal de que Marc acude a despertarme.


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