martes, 4 de marzo de 2008

Compadre Pedro Juan/Otto Oscar Milanese

Compadre Pedro Juan/Otto Oscar Milanese


"Compadre Pedro Juan no pierda tiempo,
compadre Pedro Juan saque su dama,
que acabará el merengue,
y si no anda con cuidao
se quedará como perico atrapa’o".

Luis Alberti.

Cuentame un merengue.
"Historias sugeridas del merengue".

Otto Oscar Milanese.

Compadre Pedro Juán. ( Homenaje al maestro, don Luis Alberti).


Los domingos traían rostro de infierno para Pedro Juán. Sacaba una silla de palos, la reclinaba a un horcón del bohío, y encendiendo el cachimbo, procuraba disfrazar la angustia con lejanos momentos de infancia y de conucos; de galleras y de buenos ratos, ya borrosos, que armaron tantas pláticas en la pulpería de Ramón. El momento más amargo discurría al anochecer, cuando, vestida con su traje dominguero veía venir a Sofía. La mujer pasaba frente a su bohío y frente a su angustia, atrapándolo en una intensa mirada verde que le sonreía, pero él se decía "no, e’ que yo me lo creo así"; ojos que lo invitaban con rápido parpadear de pestañas, pero él pensaba "no, e’ que yo lo sueño así. Sofía, entre sonreída y ausentepasaba de largo, y entonces, Pedro Juán despertaba bajo el estremecimiento de su propio cuerpo. Chupaba el cachimbo, como queriendo evadir en cada chupada las estocadas que le inferían sus pensamientos. Pero de sus pensamientos no podía huir, y allí se quedaba mirando a Sofía que se iba como todos los domingos, y eso era lo que mas lo mortificaba, verla ir, sabiendo que va a la enramá de "Cuta" a bailar, a pasear por las horas de la madrugada con el contoneo de sus caderas, mientras él, apenas poseía su viejo cachimbo y sus pensamientos que siempre vuelan a la gallera, o al conuco, mientras el perro realengo que se echa cerca de su silla de güano, a ratos parece husmear con su negro hocico ese horizonte de pensamientos que se le va nublando a Pedro Juán.


"La noche será laiga", pensó Pedro Juán. El calor comenzaba a existir entre piel y camisa, "Las noches de domingo siempre son laigas".


_ Güena noche, compadre Pedro Juán._ Saludó el hombre rechoncho, deteniéndose frente a él.


_ Güenas noches, compadre Ramón_, respondió Pedro Juán_, voa sacá otra silla pa’ que me haga compañía.


La oscuridad se adueñaba del campo, remotos y apagados llegaban con la brisa esporádicos acordes de merengues. Brisa de aguaceros. Ambiente que se respira cargado de electricidad y que huele a tierra, a caminos de polvo y pedreríos que se van borrando con la noche próxima.


_ Hoy cerré la pulpería mas temprano_, dijo Ramón, mirando a Pedro Juán acercarse con una silla_, la caloi de hoy ha si’o insopoitable; pero güeno, compadre, será mejoi que me deje esa silla dentro del bohío, po’que e’te aguacero naide lo para. Tenía que llovei, compay, di’pue’ de e’ta caloi tan terrible.


_ Parece que comenzará a jarinear, compay Ramón. El baile ‘onde Cuta va a teiminá temprano; pero güeno dentre usté, no se me quede ahí para’o, que ya mesmo rompe a llovei.


Ramón entró al bohío en donde ya humeaba una lámpara, colocó la silla que le tendía Pedro Juán en un rincón, y al momento de sentarse comentó:_Güeno, compay, e’pero que usté me peidone po’lo que le voa decí; pero la ve’da e’ que yo vengo notando dende mucho tiempo que a usté le impoita mucho lo que pasa en la enramá de Cuta.


Sirvió dos tragos de la mamajuana y le tendió un vaso a Ramón_. Adio, compay, pa’ qué negailo_. Dijo Pedro Juán.


_ ¿Antonces_, dijo Ramón, pausando para echarse un trago_, si tanto le interesa ese baile, po’que no va usté a la enramá de Cuta un domingo de estos?


El relámpago abrió una sinuosa brecha en la oscuridad nocturna. El trueno bajaba estrepitosamente loma abajo, y el olor de la lluvia se posesionaba del olfato a ráfagas.


_ Vea usté, compay_, comenzó a murmurar Pedro Juán, luego de que la voz de un trueno callara_, lo que pasa e’ que yo como que e’toy enamora’o de Sofía la hija del Alcaide Viterbo.


_ ¡Anjá!_ Exclamó Ramón.

Por entre la hoja de puerta entornada, los enmudeció la culebra del relámpago, en un cielo que aguardaba el estrépito del trueno, para dejar que un furioso aguacero golpeara la superficie de una tierra castigada por un sol tropical.


_ ¡ Ansina mesmo e’, compay! Esa muchacha de don Viterbo me trae to’ aloca’o, y lo peor e’que no agüaito la idea de sabei que agora mesmo e’ta bailando con otro jombre.


La luz de la lámpara de gas, incitaba a bailar otro merengue a las sombras de los objetos que se proyectaban contra los muros de viejas tablas y el techo de yagua.


_ Pue’yo siendo usté, compay_, dijo Ramón, animándose con el calor de los tragos_, iría a la enramá de Cuta y sacara a bailai a esa mujei, mira que le digo que pa’ mi usté no le cae mai.


Pedro Juán se llevó el vaso a los labios, y se quedó mirando el colín que colgaba de un clavo en un rincón._ ¡La ve’da e’, compay, que tengo mie’o! ¡Yo no bailo!


_ ¡No ombe, compay, que mie’o ni que ocho cuaito! ¡Usté tiene que dir a la enramá de Cuta, si e’ que quiere conseguí el amoi de esa mujei!


Hubo un silencio y el aguacero afuera. Pedro Juán rasgó un fosforo y se dispuso a encender el cachimbo nuevamente. Continuaba el silencio y el aguacero afuera... Afuera todo era noche y lodo; lluvia y desolación sobre un triste centenar de oscuros bohíos desparramados sobre la tierra y la miseria.


_ El domingo que viene_, dijo Ramón, acorralando al silencio_, nojotros do’vamos a dir a la enramá de Cuta.


Toda la semana llovió sobre el Cibao. Pedro Juán deseaba que las lluvias cubrieran todo el domingo venidero que lo llenaba de incertidumbres. Su compadre, el pulpero Ramón, casi lo comprometió a ir a la enramada de Cuta. "Si usté no piensa dir a ‘onde Cuta, antonces será mejoi que se oivide de esa mujei compai, le dijo Ramón a la puerta del bohío, tapándose la cabeza con un cartón para meterse en la noche campesina, en la lluvia empeñada en no amainar. "Yo tengo que dir", le dijo, cuando ya Ramón se dejaba tragar por la oscuridad de los caminos enfangados. La noche era tan absoluta, que no aullaban los perros realengos, ni había tajadas de luces amarillas por las entreabiertas puertas de los bohíos. Todo era noche y lluvia, y el campo se entregaba tempranamente a su sueño de aguaceros. ¡"Yo tengo que dir", casi lo gritó para que lo escuchara, "y que to’ sea a la güena e’ Dio’, ombe"!


Para la mañana dominical, Pedro Juán supo que no llovería. Toda una vida mirando el nublado detrás de su conuco, se lo confirmaba. La mañana estaba nublada, brumosa; pero ese plomizo gris del cielo no aparecía detrás de su conuco, allá donde comenzaban las lomas, a trechos peladas, a trechos lujriosamente verdes o inexplicablemente gris azuladas. Detrás de su conuco el cielo no se encrespaba de turbias nubes que ensombrecieran las lomas. No llovería!


A la llegada de la noche, Pedro Juán, y el pulpero Ramón entraron a la enramada de Cuta. Sonaba el merengue,y varias parejas bailaban.


_ ¡Ave María_, exclamó la dueña, persignándose asombrada_,quien se irá a morí que ustedes do’ e’tán por aquí!


Sonriendo, el rechoncho pulpero se acodó en el mostrador, frente a Cuta._ Güeno, mujei, e’ que también nojotros tenemos derecho a diveitinos.


_ Yo eso no lo dudo_. Convino Cuta_. Pero güeno, sientense por ahí, que agora mesmo les atienden. El murmullo de las conversaciones ascendía. Contagiosamente el merengue se abría paso entre nubes de humo de tabaco, entre risotadas y olor a ron. El pulpero Ramón eligió sentarse frente a la mesa en donde tomaban Sofía y su hermano.


_ Vea usté, compay, dende que entramos esa mujei no le ha quita’o los ojos de encima. Se aproximó un hombre joven, y comenzó a frotar la superficie de fórmica con una lanilla roja_. ¿Qué van a tomai los señores?_Preguntó.


_ Tráiganos un pote e’ Bermúdez y una cajetilla de Cremas.


Pedro Juán miraba disimuladamente a Sofía. Ocasionalmente, por entre las parejas de bailadores se encontraban las miradas de ambos.


_ Güeno, compay_, dijo de pronto Ramón_, po’que no se le aceica usté, dizque pa’ saludai al heimano, y luego la invita a bailai.


_ Compay, yo ya le tengo dicho que no bailo.


Regresó el mesero con la botella de Bermúdez y los cigarrillos Cremas.


_ Compay_, dijo Ramón, viendo retirarse almesero_, usté pu’e bailai. ¡Vaya y saquela, no pieida ma’ tiempo, ombe!


A la mesa de Sofía y su hermano se aproximó un hombre.
_ ¡Adio’, vea! Se lo e’toy dijiendo, compay, de’pieite o le van a levantai la jembra!


_ ¡Cuando suene otro merengue la voa a sacai a bailai!_ Dijo Pedro Juán, mirando a Sofía caminar hacia la pista de baile con el hombre, y sintiendo los celos, la rabia golpeando angustiosamente su pecho. Sofía lo miraba constantemente por encima de los hombros de su pareja. La intranquilidad que gobernaba el animo de Pedro Juán hería con verdes ramalazos de pasión.


_ Mire, compay_, dijo Ramón_, si usté saca a bailai a esa mujei, yo le juro que na’ ma’ va querei bailai con usté.


Acabó el merengue, y la pareja de Sofía la llevó a la mesa. Nervioso, Pedro Juán aguardaba a que las notas del próximo merengue se escucharan.


_ Güeno, compay_, dijo Ramón, echándose un trago de ron Bermúdez_, agora si que ha llega’o la hora.


_ ¡Y yo voa cumplí!-_Dijo Pedro Juán, levantándose y bebiendo un sorbo de ron.

Sonó el merengue. Las parejas corrían al centro de la enramada. Ramón encendió un Cremas, y por entre la primera bocanada de humo que expelió, pudo ver a Pedro Juán que llevaba de la mano a Sofía.


_ ¡A carajo!_ Exclamó Ramón_. ¡Agora si lo creo!


Los acordes del acordeón parecían eternizarse, salir de los contornos de la enramada, estremecer toda la noche campesina, y buscar el cielo. Pedro Juán sentía que se deslizaba sobre el piso, infinitamente perdido entre los ojos verdes de Sofía.


_ ¡Carajo!_ Dijo Cuta, dejando caer una mano sobre los hombros de Ramón_ ¡Yo no sabía que ese jombre juera tan güen bailadoi!

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