martes, 4 de marzo de 2008

En Algún Rincón De La Noche Se Retrasaron Las Lluvias/Otto Oscar Milanese

En Algún Rincón De La Noche Se Retrasaron Las Lluvias/Otto Oscar Milanese


En Algún Rincón De La Noche Se Retrasaron Las Lluvias/Otto Oscar Milanese/De Tres Gotas De Misericordia.

"La vida es una mala costumbre".
Jorge Luis Borges.

A Raquel Milanese,
porque ella es la suma de todas mis casualidades.
Azua de Compostela, 1984.

El hombre se desplomó rozando soledades. Por encima de su pestilencial aliento a tabaco, presintióse aureolado. Pudo ver una árida extensión de nubarrones, y olfateó la lluvia de golpe: un olor electrizante y vivo que le infiltró alguna especie de vida insospechada dentro de su apacible vida.


"El viento traerá al aguacero". Pensó. Y quedóse dormido en algún rincón de la noche con la insípida sensación de mojarse. Primero, salpicado por una llovizna miserable y remisa; luego, ya casi dentro del sueño, lo mojaba un aguacero furioso que no pudo, o no quiso evadir, y entró al sopor con él.


La noche existe realmente en este momento. No pertenece a un pasado que recién palpita en cada corazón de los sentidos ni es un próximo futuro agazapado y presto a saltar, cristalizándose a la siguiente vuelta de las manecillas del reloj. Está ahí, latiendo... Continuando una enconada pervivencia más allá de los breves espacios de sombras difluidas por la luz artificial; bifurcándose en una espantosa soledad de luces y brumas silenciosas, engullidoras de todo sonido.


Dormíase feliz de que lloviera. Se aplacaría el fastidioso polvillo de las calles; cedería el letárgico calor, pero sobre todo..., el sembradío tendría agua. Reverdecería el pasto, el ganado engordaría. Dichoso, muy dichoso, se adentró por el olvido del sueño, hasta rozar el rostro de su felicidad ruda y simple, casi vacuna.


Verdaderamente disfrutaba la lenta penetración al sueño de ese modo. Tenía años sin probar la humedad del sueño..., esa incomodidad que no logra incomodar del todo. Como cuando de niño soñaba orinarse y proseguía durmiendo en el sueño, porque la realidad no era todavía demasiado empapada y pegajosa. Sólo la mamá, diligente, parecía adivinarlo y acudía a virarle la colcha y a cambiarle el pijama, lassábanas y el raído hule.


La noche misma, con sus remotos cantos de grillos y su rancio olor a sábila metíase en una oscuridad mas compacta; resbalaba a la espesura de una bruma casi absoluta, arrastrando consigo una perpleja nostalgia.


Se movió o creyó moverse sin sentir su fatigado cuerpo boca arriba en la noche. A lo mejor sólo soñaba. A lo peor próximamente despertaríase a ras de noche, con el rostro picoteado por gruesas gotas de lluvia. No le importó mucho. Vivía en un pueblo de cielo haragán para la lluvia..., ahora la disfrutaba medio dormido, medio despierto, daba lo mismo. Era un goce pleno, anisoso. Tal vez solamente llovía en su sueño o quizás sólo en la quieta realidad de noche enteramente suya. O llovía_¿Por qué no?_en la realidad al mismo tiempo que soñaba con la lluvia. ¿Por qué no? El mismo aguacero unirrítmico sobre sus dos noches: la del sueño y la real.


Mentalmente bendijo la lluvia. Llegaba oportunamente para la hipoteca de las parcelas... Retendría el rancho; revivirían las hortalizas y las famélicas reses se repondrían. ¡Que el cielo supiera y se acordara de orinar le parecía lo más sublime de la creación! Meses y meses de polvorienta sequía, y ahora ahí estaba: sin relámpagos ni truenos; inmensamente mansa como la noche, en beso continuo y salivoso con la tierra. Ahí estaba. Podría saldar las deudas contraídas por causa de la sequía. Ahí estaba... Plácidamente se dejó ir sueño adentro, lluvia enteramente adentro...

Le habría gustado estar en el rancho, arrebujado en la cama, oyendo el quejido del aguacero en el tejado. Percibiendo goterones que caen y se suceden por las paredes, árboles y postes del alambrado. Le habría encantado arrellanarse ensu melancólico aislamiento, presintiendo el fugaz río gris verdoso que afuera arrastraba basurales por los declives... Pero iba a despertarse, era lo peor. Por vez última y brevemente despertaríase con la diestra sobre el pecho ensangrentado, y consciente de la torpeza cometida y provocada por su insolvencia y el acoso de sus acreedores. Abriría lentamente los ojos... Ahora cuando el pasto renacería y las cosechas tendrían agua; ahora cuando relampagueaba y tronaba de verdad, y una lluvia real borraba su sangre del cuerpo neblinoso de la noche.

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