lunes, 10 de marzo de 2008

Tarjetas de Valentín

Tarjetas de Valentín/Otto Oscar Milanese

Tarjetas De Valentín
Otto Oscar Milanese
Del Libro Inédito "Sobre Sueños Y Escrúpulos".

Frente a Gabriel, frente al trozo de mar sin oleajes, media década atrás levanté el vaso de whisky con la parsimoniosa solemnidad de un brindis. Gabriel no se molestó en levantar su vaso, sumergíase adustamente en el pedazo muerto de mar que reflejaba el cristal de mis gafas.

- Un hombre siempre despide el olor de su oficio -. Le dije.

A la 1: 00 P.M. llegaba a uno de los moteles ubicados frente a la autopista. El pueblo no ha sufrido transformaciones visibles en cinco años. Imagino la playita al otro extremo: las cabañas espaciadas, dos o tres bañistas, y en el restaurante, luego de dos hileras de mesas vacías, una joven pareja de enamorados dialogando rostro a rostro.

- Ese olor va gritando lo que es uno -. Dije. Gabriel continuó callado, ensimismado en la visión marina que le ofrecían los vidrios de mis gafas.


A la 1: 05 P.M. escribí mi nombre en el registro. El conserje me dedicó una apática mirada ambigua, y me pregunté si había olfateado el olor de mi oficio. Gabriel, entonces, estuvo mas presente que un lustro atrás, lleno de mar a sus espaldas, y con su circunspección habitual.

- Es mas complicado, creo -. Eso fue lo que dijo. Son tan exactas las palabras, que pudo haberlas pronunciado hoy, aquí en este semi-iluminado corredor de motel, y no a la luz de media tarde ya vieja y perdida entre un lustro y el mar.

Abro la puerta, y bruscamente me tropiezo con lo que me ha distanciado de Gabriel en los últimos cinco años.Infinidades de muros como estos, para semi- despatarrarse sobre una cama, mirando el humo del cigarrillo ascender sinuosamente hacia el techo. Imaginar mi olor. Inequívoco. Acusador. Este olor que me retrata con mas fidelidad que los espejos. Muros como estos, eso me ha separado de Gabriel, propicios para resbalar de una digresión a otra. Adecuados para adivinar retales de viejas voces de ebrias putas, o suicidas pensamientos que acudieron al monótono aislamiento turbio de paredes como estas, para matarse despectivamente entre paredes alquiladas. Gente incapaces de deshacerse de su rancia aroma de gigolos y de vulgares rateros. Detrás de la ventana, a doce metros, mansamente muerta y serpenteante está la autopista. ¿A donde ir? ¡El olor va conmigo!

- Puedes oler a loque intentas simular-dijo -. Es mas complicado, te digo... Precisamente, uno puede oler a lo que no es, a la farsa, al disfraz.

Dora comenzaría por observar que llegabas y no ponías los discos que sueles escuchar. No le preocuparía tanto verte el semblante hosco, casi siempre andas retraído y cejijunto;pero cuando las fruslerías cotidianas dejan de realizarse, las esposas comienzan a recelar, su olfato es infalible para rastrear lo extraño.

El deambular sin equipajes de aquí para allá, malgastando horas de tedio entre anónimas paredes como estas. Eso me ha separada de Gabriel. No los cinco años de ausencia, porque siempre ando metido entre aquella tarde y el mar; entre nuestra conversación de entonces y mi olor. Alguna vez sucumbí a la realidad y te envíe una postal desde la ciudad en donde me encontraba perdido.

"Querido Gabriel:


Te recuerdo con enorme aprecio, como al amigo de infancia y de adolescencia. Abrazos a Dora y a los niños. Habrás leído en los matutinos de ayer que ultimaron a Frankie. Era un buen amigo mutuo, parece que se involucraba en asuntos ilegales.

Afectuosamente,
Valentín."



Vez nueva a sumergirme en el olvido de los días, con el olor a ras de abulia, a ras de esperas que acaban con una llamada telefónica, para concertar una cita en un restaurante suburbano. Entre la espera y la cita, a lo mejor Gabriel decide contestar mi mensaje. Pero desconoce mi dirección, o peor,conoce que no tengo una ubicación estable. "El siempre escribe desde lugares distintos", comenta Dora, sin desatender un segundo el episodio de la telenovela. Quizás Dora no comente nada. Es lo mas probable. Opta por un estricto silencio indiferente, y deja que el polvo llueva sobre la caligrafía burda de los torpes mensajes. Yo aguardo. Nada tengo que realizar. Estoy entre el olor y los días, conversando con un Gabriel demasiado húmedo de mar y de tarde arrancada de la vida, como hoja que se desprende del almanaque.

- Uno huele a lo que hace, Gabriel, no a lo que es. Tú sabes quien y como soy. ¿Puedes oler a qué me dedico?

"Querido Gabriel:


Hoy los diarios hablan de Mendoza. ¿Lo recuerdas? ¡Sí, Mendoza, tan amedrentado y pusilanime! ¡Pobre Mendoza, morir así de la forma que describen los diarios! Deploro que nuestros compañeros de secundaria se enrolaran en bandas de narcotraficantes. Nadie podía suponer que Mendoza fuera capaz. Saludos a Dora, y a los chicos. Con afecto,

Valentín".

Ignoro por qué procuro creer que me recuerdas anegado de mar en los ojos, y te sientas a dejar discurrir imbécilmente las horas. Olvidando desprenderte del pulcro saco azul, y Dora no te riñe. Trajina y habla sola por la casa. Se que te vence un cansancio con tufo a oficinas, y te preparas un trago de whisky, aflojándote el nudo de la corbata, y Dora no pregunta. Quita, pone, recoge y habla sola por la casa, hasta advertir que la cena se enfría, entonces reprochará mal humorada, para ser mujer. Porque es mujer, y no soporta un silencioso desdén de marido por los platillos que ha aderezado. "Las tarjetas de tu amigo matan el apetito, querido", eso dice Dora, ¡"Sólo anuncian muertes"!

- ¡A nada!-Exclamó Gabriel-. La verdad es que te dedicas a nada, y ni siquiera hueles a holgazán. Engañas. Tú mismo derrumbas la absurda hipótesis que te empeñas en sostener, porque todo en ti, y en tus hábitos huele a burocracia. Tienes un saludable aspecto de empleado público, hombre. ¿Ya ves? ¡Todo es mas complicado que la apariencia!

No es asunto de aparentar lo que se es o no, Gabriel. Ahora, cinco años después, puedo decírtelo, y tú finalmente lo entenderás la próxima vez que nos veamos. Es inocultable, es lo que delata, el peculiar olor de las cosas que un hombre realiza. Ahora puedo decírtelo desde esta mugrosa soledad de motel, cuando deposito la pistola sobre la cómoda, y escribo una tarjeta para tu esposa.

"Querida Dora:


Gabriel decidió no regresar. No procure buscarle, ni de parte a la policía, todo sería en vano. No regresará, yme rogó que la pusiera al corriente. Lo siento por usted y por los niños. Lamento que Gabriel poseyera motivos para abandonar trabajo y hogar. Le remitiré una fracción de una suma de dinero que debo retirar, por haber concluido el trabajo que me trajo a esta ciudad. Le ruego que la acepte para que se ayude con los gastos de la casa y de los niños. Por ahora es todo cuanto puedo hacer por usted.
Con afecto,
"Valentín".


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