martes, 4 de marzo de 2008

El Merengue De Empalizá/Otto Oscar Milanese

El Merengue De Empalizá/Otto Oscar Milanese



"Dime niña quien te besó
a la orilla de la empalizá,
como fue que se descuidaron,
que la justicia no hiciera na’.
Si tu madre tuvo la culpa,
tu papá tuvo mucho má’,
como fue que se descuidaron
que la justicia no hiciera na’"

Luis Kalaff.



Cuentame un merengue.
"Historias sugeridas del merengue".

El merengue de empalizá. ( Homenaje a Luis Kalaff ).
Otto Oscar Milanese.



Antes de que se le notara, antes de que fuera tarde para intentar un arreglo clandestino, le embalaron la maleta, y la metieron en el coche. No era un viaje de recreo, Mercedes lloraba, cuando la sacaron por la noche sin que se despidiera de nadie, abandonando el año escolar por su mitad. Las explicaciones vendrían luego, porque inevitablemente preguntarían por Mercedes, y ella se volvería todo un lío, procurando explicar la intempestiva ausencia de su hija; pero don Carlos conservaría la frialdad burocrática que en los últimos años le tornaba en un cuarentón cada vez más aislado en sí mismo. Don Carlos, arreglaría el mundo, como siempre, el mundo de doña Consuelo, tan abruptamente estremecido por los deslices de la niña.


- ¡Ay, esta juventud de ahora! - Sollozaba doña Consuelo, asfixiándose, abanicándose en el sofá.


- ¡Yo los caso, o le rompo el alma a ese tipo! - Dijo don Carlos, cuando lo supo.


Doña Consuelo, con las manos en la cabeza, como si procurara afirmar ese mundo que se le desmoronaba, ese mundillo de fines de semanas destinados para actos benéficos, y noches de juegos de canastas, deseaba atravesar los muros de la alcoba, huir, caminar sin dirección.


- Tú no vas a casarlos, ni vas a golpear a nadie - gimoteó doña Consuelo -.Mientras menos revuelos, mejor -. Sollozaba, imaginando los comentarios entre comadres a la salida de la iglesia, en la bochornosa mañana dominical.


- Exijo que se me diga el nombre del fulano-. Dijo don Carlos, golpeando la pared con furia. Doña Consuelo insistía en la conveniencia de actuar con rápidez, prepararle a toda prisa la maleta y llevarsela a la capital.


- Lo importante ahora, Carlos, es sacarla de San Pedro cuanto antes -. Dijo doña Consuelo, temblando, mientras sacaba montones de ropas del armario y los arrojaba sobre la cama.


- Sé que ella te dijo el nombre del muchacho. ¿Quién es?


En puntillas para no despertarlos, como una ladrona levantaba la aldaba sigilosamente, y salía a la oscuridad del patio, al olor de Dama de Noche, y al canto de los grillos.


- Mejor que no te enteres -. Dijo doña Consuelo, doblando vestidos y acomodándolos en el fondo de la maleta.


Corría al fondo del patio, jadeante, ansiosa. Él aguardaba en la oscuridad. La recibía, la abrazaba empujándola contra el cercado de bambues, y la besaba casi con rudeza. "Llevame", pedía ella, liberándose momentaneamente de la boca de él, "ya no los aguanto mas".


- ¡Tienes que decirmelo, mujer! ¡Tengo derecho a saberlo!- Se empeñaba don Carlos, sentándose a pretil de cama y hundiendo la cabeza entre las manos.


Horas de besos con sabor a oscuridad, complices de los murmullos, y de la pasión que se reprime a silencios, hasta el usualmente amargo "debo irme".


- ¡Se trata del hijo de Julia! - Dijo atropelladamente doña Consuelo.


Don Carlos se levantó rapidamente. La sorpresa lo atolondraba.


- Estás..., estás segura...


Lo estaba, y con movimientos nerviosos seguía doblando ropas, colocándolas en la maleta -. La misma Mercedes me lo confió. ¿ Es como un castigo, no? ¿Todavía piensas echarle la polícia al muchacho?


Caminó hacia la puerta del aposento, sintiéndose repentinamente viejo, cansado, recobrando a punzadas dolorosas el olor a patio de otros años, el olor a Dama de Noche y a cantos de grillos, cuando él era quien brincaba la empalizada y aguardaba ansioso la subrepticia llegada de Julia, "Lo voy a parir", le dijo ella, la última noche que acudió a la empalizada, "lo voy a parir, aunque no te hagas cargo de él". Sintió en carne propia la angustiante urgencia que martirizaba a su mujer, y procurando que la voz no le temblara, dijo poco antes de salir:

- ¡Hoy mismo nos la llevaremos pa’ la capital!


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