lunes, 10 de marzo de 2008

Las Dos Caras De Loretta

Las Dos Caras De Loretta/Otto Oscar Milanese

Del Libro Inédito "Sobre Sueños Y Escrúpulos".


Brooklyn, New York, 1986.


Inocencia nada más aguarda pisar el reencontrado frescor de cada mañana para abalanzarse sobre el teléfono. De lunes a lunes transforma en guarida el mullido sofá del recibidor. Anocheciendo, la faena muestra la resaca de una iterativa batalla: Restos de hamburguesas, de pizzas, de lasagnas; tazones con el fondo manchado de café. Residuos de agotamientos cotidianos en la maquillada cara; fuerte olor penetrante de cenicero atiborrado de colillas.


_¡Sí, sí, querida, luce bellísima! ¡Ay, mi amor, si la vieras, Lucrecia, si la vieras! ¡Se ve tan atractiva que parece una modelo!


En el baño, rasurándose frente al espejo, Oscar murmura:
_Ha enloquecido de un día para otro. ¡Es tan imbécil que piensa que la otra cree todo lo que le refiere de Loretta!


_¡Sí, sí, está hecha toda una bendición a sus quince años!


Oirla es simple y cotidiano, como almorzar o ducharse. La emoción de la voz; el ritual de las reacciones. Ahora estará trepando una pierna sobre la otra, su tono de voz que se eleva y se emociona se lo afirma. Oirla es sencillo y rutinario como rasurarse a la salida del sol.


_¡Si la vieras, Lucrecia, si la vieras!


Las atropelladas frases ahogando el inicio de las siguientes, cada exclamación más enfatizada.


_¡Baja la voz, ensordecerás a esa pobre mujer!_ Pelea el grito contra los muros del baño.Contraído el rostro masculino; sostiene el rasurador en alto, piensa "Si esa mujer pudiera verla, nada más vería a una negligente hermosura".


Los días pesan, gravitan. No la mira y ve sus dilatados ojos de sorpresa, de un estupor ingenuo y ahuecado. Rapidamente sus frases disiparán el silencio que en vaharadas ha llegado desde el otro lado. Un "¿Aún estás ahí?", o un avergonzado "Oyeme" será la antesala de la consabida explicación.


_¿Oiste los gritos? Todo le molesta, mi vida. Creo que le irrita pensar que envejece.


Luego de tanto detenerse frente a luces rojas, y concluir cansinamente las tardes detrás de un miserable escritorio; luego de rescatar las últimas cartas de mamá del olvido, y de haber ordenado un recorte en la mensualidad que le envía por correos, sólo resta una pobre vida avinagrada. "Loretta enfermó, mamá, usted se imagina, todo acaba convirtiéndose en gastos"... Y la promesa, nunca falta la promesa, de que después le remitirá algo más. Sólo se le ocurre preguntar por el reuma, o se interesa por saber como soporta la ceguera el viejo Bobby, si necesita un poco mas de plata para que lo lleve al veterinario. Y mamá habla y habla y no deja hablar. A lo peor por eso apenas le pregunta por las mismas cosas. Mamá no le concede tiempo para que se le ocurran otras preguntas. Mamá habla y habla, y peor se pone cuando le da por revistar los últimos decesos acaecidos en el pueblo. "Sí, ya lo sabía, mamá, a Inocencia la encamó la noticia de la muerte de don Viriato"... Y luego el abismo, el vacío rutinario de alentar. Grises callejones sordidos, y un cansancio indomable aferrado al volante. Hora de recogerla frente al colegio, y de "¿Que tal, hoy?" A veces le responde con un desdeñoso "Así, así" o con un desabrido comentario: "Nos cambiaron a la profesora de Química, papi, y yo me alegro", comienza a animarse el fresco rostro con una impúdica sonrisa, "la verdad que me aburría más que esos prógramas que usted mira en la TV. Nos dijeron que se mudó para otra ciudad y le aceptaron la transferencia... ¡La verdad es que la suspendieron por maricona!" Frena justamente delante del semaforo, y la recriminación le sube acida a la boca "¡Loretta!"


Las manos cada vez más diestras anudando corbatas. Innumerables días de úlceras exigiendo la reglamentación de una dieta; y las escasas oportunidadesde abandonarse a las horas entre amigos,a las charlas de nostalgias que desamarran agridulces sonrisas; a los tragos, y a las sigilosas llegadas a deshoras...


Oscar moldea una mueca, piensa: "¡Cuando se va de la lengua es indetenible, insoportable!"


_Hablemos de Loretta._Vibra enfaticamente el acento de Inocencia. Te digo que observando las fotografías del último aniversario de mi sobrina Andrea, reparé una vez mas en esa exhuberante juventud de mi hija. ¡Resaltaba entre todas las del grupo! Ya te mostraré los retratos, tú misma apreciarás lo bella que luce. ¡Ah, no vayas a pensar que estoy mordida por el orgullo materno! ¡De veras, se ve lindísima!


_¡Un maniquie!_Murmura Oscar, embadurnándose con crema de afeitar la mejilla derecha._Un maniquie, doña Lucrecia, eso es lo que tenemos, bello y vacío._La mano arrastra el rasurador por debajo del maxilar. Ve caer la pelambrera en la que ya abunda el color blanco. Los ojos aún brillan recogiendo aletazos reminescentes, rehaciendo miserablemente pedazos de vida. "¿Para qué?" Se pregunta. ¿"Para qué martirizarse oyendo la aflautada voz de Inocencia pegada al auricular?"


_¿Qué si me siento orgullosa?_La voz atiplada._¡Pero claro que sí, mi amor! ¡Loretta es ejemplar! ¡Unicamente me brinda satisfacciones, querida, satisfacciones!


_¡Coooño!_El exabrupto le sube a la boca el sabor de su estomago. Detiene la navaja a mitad del maxilar, se frota la piel afeitada._ Dolores de cabeza, doña Lucrecia, jaquecas...


Las paredes se estremecen. Estás en casa musicalizando estruendosamente aburrimientos que te asaltan repentinamente. Llegan porque tienen que llegar... Porque se presentó una llovizna sin pre-avisos y sentiste un hueco desalentador en donde habías dispuesto alegremente los planes para el día. Y ya no sonó más el teléfono. Calló de golpe con la presencia de apáticas horas de lluvia. Blue jeans y blusa ligera anudada por encima del ombligo... Y un andar inmotivado por las habitaciones. Escasos recuerdos para ordenar. Cuando es tersa la piel a la vida no la convencen las memorias. Es un hoy continuo de segundos nuevos. Aún te gana la manía de recambiarte a diario el esmalte de las uñas; o retirar apresuradamente la pestilente evidencia de los cigarrillos consumidos nerviosamente, cuando lo sientes estacionar el automovil en el garage. "¿Es papi, mamá?" Tus manos vuelan, no aguardan respuestas, bajan el volume de la radio, limpian el sofá; rescatan medias, aspargatas y panties de la alfombra.


_¿Qué si me quiere?_Grita Inocencia._¡Ay, mi cielo, quererme es poco_,mueve la pierna encaramada, expele una fumarada ansiosa, y el énfasis tiembla en sus labios_, me adora, Lorertta me adora, y nos llevamos de maravilla!


_¡Coooño!_Grita más fuerte Oscar, llevándose una mano al mentón y retirándola manchada de sangre.


Inocencia respinga, ofrece una excusa apresurada, y tapa el auricular con la palma de la mano_.Moderate, cariño, moderate. ¿Qué pensará doña Lucrecia?_Respira profundamente, realiza un apesadumbrado movimiento de cabeza_.¿Lo escuchaste, verdad? Últimamente le fascina proferir palabrotas. Las influencias, querida, las influencias, desde que le ha dado por mirar la lucha libre su lenguaje es insoportable.


Por las mañanas, frente a los restos del desayuno, la espera impacientemente, mientras Inocencia retira los platos.


_Debe estar mirándose al espejo por enesima vez_, la voz irónica,_autoaprobando su encantadora apariencia.


Inocencia lo envuelve en el reproche de una mirada._Es la edad, cariño._Aclara, y opta por callarse; apura el último sorbo de café, mira de soslayo a su marido y apostrofa:_¡Deberías entenderlo!


_¿Entender qué?_Mira a su mujer restregarse con satisfacción el borde de una servilleta por los labios._Para asistir a clases no hay que vestirse como una vedette.


Ahora, mientras se afeita, casi goza escuchándola y piensa: "¡Cuanto debe estar disfrutando Lucrecia al otro lado!"


_¡No, no, no, si ya te lo he dicho! Refunfuña por todo. Nada le agrada. No acepta que se está quedando viejo. Bueno, sí, detesto verlo envejecer de esa manera. Lo peor es que vive reconvíniendo constantemente a la pobre Loretta.


_¡Ah, querida,_sonríe Oscar,_quien te oye!


Repetidos enojos plasmados sobre la fresca sonrisa matinal, que rutinariamente Inocencia pesca en el rostro de su marido, y grita:_¡Apurate Loretitta, tu padre llegara retrasado a la oficina.


Procura sonreir y se paladea un rastrojo de alma en la boca. Un desengañado sabor a inutilidades, a estabilizada existencia de burgués atrapado por el flujo de los compromisos que le ofrece la cotidianidad. "Es irremediable la demora,piensa y enciende un cigarrillo abulicamente. Podría dejar que Loretta tomara el autobús; pero sus pensamientos no le dejarían en paz durante todo el día. Dejarla a la puerta del colegio se había convertido en un hábito; él prefería encasillarlo como un deber, un compromiso."La vida es eso", desata sus pensamientos con la primera bocanada de humo espeso, "una costumbre, un deber, un compromiso". No imagina un momento de existencia sin obligaciones. "El hombre respira y actúa porque lo mueve un objetivo, importante o fútil; ridículo o errado; pero urge de compromisos morales, de obligaciones sociales, para continuar luchando. Un hombre sin compromisos, es la más ínfima negación de si mismo".


_¡Sí,sí! Aprobó el curso con excelentes calificaciones. Echa cerrojos a la puerta de su habitación, y estudia hasta muy pasada la media noche. ¡Que felicidad, Lucrecia, que felicidad! Tener que reñirle porque estudia excesivamente!

_¡Que ganas de engañarte, vieja! Nuestra preciosidad no asistió a la clase de Biología en todo el semestre. Apenas sobrepasó la puntuación mínima para aprobar Literatura, y necesitó tomar éxamenes completivos de Química y de Geometría.


Se desembaraza de los cálidos brazos, y retuerce el cigarrillo en el cenicero. La mira fijamente y piensa "¿Hacia que se sentirá comprometida ella?" Continúa mirándola sin dejar traslucir lo que discurre por su mente. "Hacia nada". Se responde a si mismo. "Esta generación es enemiga de los compromisos, a no ser que estos acaben en la cama". Ella le repite con su vocesita empalagosa que ya pueden partir.


-¿Qué, qué has dicho?_Inquiere, y murmura uno de sus pensamientos, ella lo alcanza a oir fraccionadamente.


_Que podemos irnos, papi; ¿pero que estaba diciendo usted?


_No, nada_, y sonríe_, vamonos ya, yo no he dicho nada importante._ Y piensa que ella no lo entendería. No lo entendería y se alegraría. Sería dichosa por no comprenderlo, porque el concepto de felicidad de la época es simplificado por una bulliciosa juventud a la inapetencia, a la ignorancia. Cuanto menos se piense en temas escabrosos, más próximos a la felicidad se presienten. "Pensar es un verbo maldito para ellos", piensa Oscar, resignándose a encender el motor del coche, y recorrer el trayecto de la casa al colegio, como en miles de días que ahora se suman grotescamente y le parecen uno. Sabe de su-el de ella-silencio ligero, suave, como si no existiera, porque son demasiado perceptibles las palabras que pronunciará:


_Quiero ir al baile del sábado, papi.


Él se pregunta cuando no lo ha querido, y le responde:_No es bueno que asistas a todos los bailes.


Cae un molesto silencio que prepara la batalla que se avecina. Él ya conoce esos rejuegos, y le aburren._¡Vamos, papi, necesito dinero para el sábado!


_¡Novios! ¿Has dicho novios, Lucrecia? ¡Ay no, no mi vida!_Le infiere un decidido tono apasionado a la voz. Mueve la pierna encaramada con mayor celeridad._Te digo que sólo piensa en los estudios, ella misma me lo ha dicho: "Luego será tiempo de pensar en novios, mami". Bueno sí, eso sí, acepta dos o tres invitaciones de chicos que la invitan a cenar o a ir al cine, o a bailar... ¿Dígame usted, doña Lucrecia, a cual chica de su edad no le gusta bailar?


_¡Como se reirá doña Lucrecia de la ingenuidad de mi mujer._Murmura Oscar, levantando el mentón frente al espejo._Ella misma ha disfrutado informándome: "La hija de usted anda muy bien acompañada de un tipo que viene a recogerla a la vuelta de la esquina en un convertible azul".


Le dirá que no, y ella mostrará el pucherito de disgusto, el fruncido ceño denotando tenáz persisitencia._Pero papi, quiero ir.


Días para andar por la casa abulicamente circunspecta. A ratos, de modo brusco, un aluvión de conocidas promesas "Ordenaré mi habitación, papi... Estudiaré más...; pero por favor, papi... Mira que ya no volveré a otra fiesta durante meses. Papi, por favor...Soportar durante horas sus continuas transformaciones emocionales.Ese llanto que se le adivina en la gris desesperación de la mirada;ese odio latente en sus ojos que le rehuyen;ese tardío simulacro de afecto desbordante,mientras Inocencia le amonesta implacablemente "¿Te complace verla sufrir, verdad?"


_¡Lo adora, Lucrecia, ella lo adora! Él se encierra en si mismo, y no le otorga oportunidad para que ella le entregue su cariño.

_Desearía verme muerto, Lucrecia. ¡Muerto!_Casi grita Oscar, dejando de pasarse la navaja por la barbilla.


_¡Así mismo es! Para él ella es lo peor. Cada amigo es un novio... Sus amigos no valen nada para él.


Segundos. Minutos de pereza acumulada en el sofá. A veces la reticencia contestando las aseveraciones de él; la cursilería de ella, o los eternizados encierros en el baño, o en su aposento. Pensamientos fugaces, lampiñas caras adolescentes; retazos de conversaciones entreverándose, anudándose para luego ceder ante otros, restallantes, secos ya de pasado, de amor y de realidad. "Anoche a la salidad del cine no me lo guardé más, y se lo dije". Planes para veranear, o intimidades traicionadas por la ex mejor amiga. Momentos inviolables abofetean los ojos, arrancan latigazos de vida fosforecente. "Se lo dijiste por temor a que tu padre se enterara". Falsamente sumisa y voluble para obtener permisos, sino, optar por el teatro, por la mentira, y como último recurso por las subrepticias escapadas. "¡No seas pendeja, chica, sabes que siempre ando con quien se me antoja! Lo que pasa es que dejó de gustarme y se lo dije".


_¡Insoportable, Lucrecia, insoportable! Si no fuera por Loretta, ya le habría exigido el divorcio.


Ocasionalmente se lo descubre en los ojos abotargados, enrojecidos. Inocencia lo niega fervientemente "Siempre piensa lo peor de tu hija", le enrostra con acritud. "¿Y las largas permanencias en el baño?" Pregunta él. "Él dinero se le esfuma en nada", expone él. "Y esa inquietud, ese mal humor cuando no puede salir de casa", observa él."¡Y esas picaduras de hierbas en sus carteras, en sus bolsillos!" Exclama él. "¡Eres una porquería de padre!", solloza Inocencia.


El sábado es un día estúpido. Primera fecha de reposo, luego de la aburrida semana fatigosa de colegio. Cuando una se tira de la cama, ya tiene al sábado en su bochornosa mitad de horas caliginosas, densas, asfixiantes. Raramente consigo hacer lo que me propongo los sábados. Los viernes por la noche lo pienso. ¡Perfecto! Me sobra animo, disposición, ganas; pero al levantarme, arrastró conmigo la pereza que entibió mis mantas, y no existe mas animo que el de tomar soporiferamente el almuerzo en compañía de mis padres, ni mas disposición que la de asentir apaticamente a todo lo que propongan u ordenen; ni mas ganas que la de sentarme en un mecedor a escuchar música, y dejar discurrir entre bostezos el monotono resto del día. ¡No tiene modo, el sábado es un día estúpido! Algunos suelen mejorar, cuando papi decide salir, entonces, a pesar de las reconvenciones de mami, escucho la música en tono alto y fumo libremente, hasta sentir que papi estaciona el automovil en la cochera.


_Se desvive procurando ayudarme: "Mami, ya no afanes tanto", me dice, y me quita entre soreída y enfadada los oficios. Su recámara da gusto verla, Lucrecia, no recuerdo la vez que haya tenido que recordarle que la mantenga ordenada.


_¡Claro, vieja,_murmura Oscar en el baño_para qué molestarte en recordarselo, si sabes que no te prestaría atención!


Meses de espalda a la realidad. Evadiéndola como se eludiría el mal sabor a sobresaltos de una pesadilla, virando el cuerpo desmazaladamente en la cama... Meses a contra desencantos momentaneos que arriban inesperadamente. ¡No! ¡Mejor no pensarlo! Se aturde inmersa en sus obligaciones de ama de casa. ¡Mejor no imaginarlo! Ella le ha referido que no anda de novia con nadie. Lee revistas de modas femeninas con absoluta desgana. ¡Y le crée! ¡Claro que le otorga credibilidad a las convincentes frases de ella! Mira la TV tirada indolentemente en el sofá. ¡Es Oscar! ¡Eso es, es él! ¿Acaso no lo conoce muy bien? Él, tan aficionado a pensar lo que se le venga en ganas y creerlo y pretender que le crean. Claro que lo conoce muy bien, desde que eran novios ya daba por verosímil lo que solamente existía en sus pensamientos; y recuerda los celos, las dísputas, los períodos en que no se hablaban, hasta que el comprendía que todo sólo era imaginación. ¡Eso es, es él! Él, que ya le ha dicho: "No lo parirá aquí, tendrá que largarse con ese tipo del convertible azul".


_¿Eso te han contado?_Pierde subitamente el control, aprieta los dientes, habla con rostro enrojecido por la cólera._¡La envidia, Lucrecia, la envidia!


_¿Habrá perdido el juicio?_Se pregunta Oscar, dejando suspendida la navaja de afeitar, y sacudiendo la cabeza con pesadumbre.


Lo peor de los sábados es cuando a papi se le ocurre visitar el Centro Español. Siglos, sentada a la vera de vejetes que en vano rebuscan el recuerdo de una sonrisa, para esbozarla rememorando días que les conocieron las voces firmes y los rostros atezados. Papi se refocila observando el malestar que me causan esos monotonos instantes sociales. Rara vez la plática emigrará del pasado a centrarse en los nada emocionantes negocios en los que siempre andan sumergidos. El único respiro es la piscina, y lo aprovecho. Además, es una sádica manera de vengarme. Una asqueante y compasiva sensación hormiguea por toda mi piel, cuando me acompañan sus lujuriosas miradas escrutadoras hasta el borde de la piscina,"¡Cómo ha crecido Loretitta, Oscar!" Gozo el impotente sufrimiento que dejan entrever sus miradas. Los ayudo a desempolvar sueños, ilusiones incapaces de sostenerse ya por si mismas; ramalazos iracundos de vida que se enterró junto al momento que armonizó con ella.


_Es sincera. Es demasiado honesta. Me lo cuenta todo, soy su mejor amiga.


_Eres quien menos la conoce, Inocencia._Una delgada sonrisa triste aflora en los labios de Oscar._La última en conocer sus deslices, en aceptarlos.


No se veía más con el tipo del convertible azul. El teléfono de su alcoba sonaba a horas inusuales. Comenzó a abandonar horas de clases en el colegio. Inocencia objetaba que se quedaba en la cafetería con sus compañeras. A él no lo engañaba, o él no deseaba engañarse. Esa actitud acrecentaba los recelos. "¡Acabarás provocando que ella nos abandone!" Apuntaba Inocencia.


_¡No! ¡Podría jurarte que no! Su padre insinúa que la observa extraña, que los ojos le brillan demasiado; que anda en eso,él asegura que anda en eso; pero él siempre ha pensado lo peor de ella.


_¡Eres miope, vieja!_Exclama Oscar.


Andaba con una chica desaliñada y de aspecto hombruno. Se veían a cualquier hora. Abandonaba el colegio para vagar por los boulevares, para refugiarse en las clandestinas horas que pasaba en el mugroso apartamento de la chica. Soporiferos minutos vacuos que circundan un amor de manos imprecisas. Un cigarrillo tras otro a la vera del asfixiante tufillo de abandono. Dejadez desnuda que resbala a la nada. Apenas presienten la vida que se desliza por la calle, al otro lado de la ventana. Los sentidos se cierran a toda noción de existencia ajena a esa que se derrumba sobre ellas... Y un sorbo de cerveza, y vive la vida en un olfateo de rojizas aletas nasales hinchadas. Todo es laxitud. Laxitud progresiva que las rodea, que las abarca... Él despertó a la realidad en su despacho. "¡Su hija está con nosotros", le dijeron a través del teléfono, "intentó lanzarse de un octavo piso!"


_Aún duerme. No la molesto, la dejo disfrutar sus vacaciones. ¡Duerme como un angelito!


_¡Un angelito que anoche se pasó de la dosis y trató de suicidarse, vieja!_Murmuró Oscar, acabando de rasurarse.

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