lunes, 10 de marzo de 2008

Más Cerca Del Papa

Más Cerca Del Papa/Otto Oscar Milanese

Del Libro Inédito "Momentos Dominicanos".

Los 275,000 pesos dominicanos que tuvo que desembolsillar el Benefactor de La Patria, como ridicula indemnizaciòn por la matanza de mas de treinta mil haitianos, los debìa a los buenos oficios que en la Repùblica de Haitì, alguien que en su infancia jugaba con niños haitianos en tierras fronterizas, realizaba. Y el Padre de La Patria Nueva, para quien 275,000 pesos no significaban nada, se sentìa agradecido hacia ese buen funcionario, cuya mujer, haitiana, tambièn habìa jugado un rol preponderante para silenciar el oleaje de protestas internacionales, a cambio de una suma tan risible para el règimen.
-Es el comienzo, Anselmo-,le decìa la mujer en creole-, siempre te lo he dicho, vas a llegar lejos. Asì que preparate porque Trujillo no tardarà en reclamarte a su lado.
Y no se equivocò la dama haitiana. De Embajador en Haitì, su esposo fue nombrado Comisionado Especial de la Frontera,cargo desempeñado con tanta dedicaciòn y excelencia por èl, que la mirada del generalìsimo,agradecida, premiò con un nuevo nombramiento. Y asì, aquel muchacho que corrìa semi desnudo, jugando con niños haitianos en los limites fronterizos, el mismo, a quien comenzaban a motejar de "Piogàn", se vio convertido en Ministro de Interior y Policìa.
Despertò del sueño un 27 de agosto. ¿Què habìa pasado? Ya no tenìa esposa haitiana. La madrugada le herìa la desnudez con lengua de frìo. A lo peor ahora comenzaba el verdadero sueño, y era preciso despertar antes de que llegaran aquellos hombres con sus uniformadas sonrisas de militares: "Nos manda el hijo del jefe". Definitivamente, ahora debìa ser el sueño, la pesadilla, y era perentorio despertar, pero le miran con descaro cada rincòn de su desnudez. "250 libras al desnudo", rie uno, y el otro intenta molestarse, guardar una compostura que esta lejos de sentir, "dèjate de vainas, y has lo que te ha mandado Ramfis".
El ex Ministro sin Cartera, el mismo a quien su mujer haitiana le profetizara llegarìa lejos, y alcanzò a presumir de tantos tìtulos como los que ostentaba el generalìsimo, siendo Supervisor de la Policìa, Inspector General del Poder Ejecutivo, y Mayor General Honorario del Ejèrcito, ahora temblaba, no de miedo, sino del frìo que varias madrugadas al desnudo en una miserable celda de La Penitencieria de La Victoria le habìan llevado a los huesos. "¿Por què", se preguntaba encogido en un rincòn, "en què fallè, que fue lo que hice para desagradar a Trujillo"? El guardia ya estaba frente a èl, y dejò de reir de repente, "Es difìcil golpear a quien hasta hace poco ha sido tu superior", dijo con sorna. El otro, detenido a la puerta de la mazmorra, pareciò desesperarse: "O haces lo que te han ordenado, o te quedas tambièn en La Victoria". La inesperada patada en el rostro del hombre desnudo provocò un breve silencio. ¿"Tienes algo que decir, tuerto"? Inquiriò el guardia desde la puerta, y lanzò un escupitajo hacia donde el hombre tirado se limpiaba la sangre de la boca. Paulino se repuso, se levantò pegado a los hùmedos muros de la celda, y mirando a los militares exclamò con lentitud: ¡"Sì, tengo algo que decir! Digànle a Trujillo que yo siempre fui su amigo, y èl lo sabe"!
El entumecimiento fue ganando sus musculos como una serpiente que subìa por su cuerpo hasta dejarlo amodorrado. Entonces volviò la ex mujer haitiana. Miràndola de pie, con un pañuelo rojo anudado a la nuca y bajo el sol de la frontera, Anselmo creyò que la luminosa visiòn llegaba para sacarlo de la celda. ¿"Fue porque me metì con la familia, verdad? Dime que fue por eso; porque una noche llamè a Pipì y le recriminè que estuviera cobràndole un peso a cada cuero, o si no, esta no podìa ejercer su oficio, porque le dije que esa clase de extorsiòn era muy vulgar para un miembro del clan Trujillo, ¿fue por eso?".
Con el sol se aleja el frìo y se diluyen los fantasmas, la mente se despeja. Arrinconado en la celda, piensa: ¡"Celos, todos tenìan celos de la eficiencia con que le servì al Jefe. Ramfis, La Doña, todos tenìan celos, y le enveneron el alma a Trujillo.
Por la noche regresaron los uniformados. El que le habìa pateado la noche anterior se detuvo en posiciòn de firme frente a su desnuda anatomìa tirada en el frìo piso, taconeò y saludò marcialmente. Tras su saludo, le escupiò en la cara, y lanzò una carcajada. "Hoy ordenaron que no te golpearan, tuerto. Puedes dar gracias a La Doña y a su hijo Ramfis por eso; pero quieren que sepas que no eres nadie, nunca lo fuiste, a pesar de haber viajado a Europa dos veces por semana, para deslumbrar al Jefe con tus informes de que todo marchaba bien. ¿Tìenes algo que decir"? Anselmo Paulino, como la vez anterior, se levantò lentamente, y limpiàndose el escupitajo, mirò friamente al emisario: "Dìgale a Trujillo que yo siempre fui su amigo, y èl lo sabe"!
Èl lo sabìa. El hijo no perdìa ocasiòn para recriminarle, ¡"Eres muy condescendiente con tus colaboradores, y eso te va a perder! "Piogàn" sòlo espera el momento adecuado para sustituirte, le has permitido que tenga tanto poder como tù, y hasta se atreve a recriminar a miembros de nuestra familia, ¿què se ha creìdo el tuerto"? Trujillo comìa en silencio, levanta la mirada hacia Ramfis, y con enigmatica sonrisa le responde, "Anselmo es un buen colaborador. Y ojalà esa pandilla de vagos que son tus tìos, fueran como èl". Èl lo sabìa, pero la doña, su mujer, conocìa mejor la personalidad del hombre que era su marido, y lo esperò, armada de revistas y periòdicos, a su regreso del Vaticano. Se libraba la ùltima batalla contra el incansable y efectivo colaborador trujillista. ¿"No te das cuenta que en estas fotos", dijo la doña, señalando con el dedo al hombre de gafas oscuras vestido de militar, "el tuerto hasta tiene la osadìa de estar màs cerca de su Santidad que tù"?
El sol de golpe despuès de un largo encierro le mareò. Le condujeron al aereopuerto. Finalmente Trujillo comprendìa que èl siempre fue su amigo, y le permitìa irse a Suiza, en donde habìa guardado la fortuna acumulada tras los buenos e infatigables servicios prestados a la dictadura. En el aviòn, se dispuso a abrir el ùltimo diario dominicano que leerìa durante mucho tiempo, en las pàginas sociales aparecìa su foto al lado de Su Santidad Pìo XII, un poco màs retirado, el rostro sonriente de Trujillo. ¡"Mas cerca", exclamò de pronto, y la azafata le mirò extrañada, "estuve mas cerca del Papa que Trujillo, y eso me perdiò"!

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