martes, 19 de febrero de 2008

Quien viene a darte nada soy

Quien Viene A Darte Nada, Soy/Del Libro De Infancias/Otto Oscar Milanese

A Raquel, porque ella es la suma
de todas mis casualidades.
Azua, 1984.



... Y mi aliento disipará oscuridades
por los contornos de tu cuna.
Soy,
quien viene de las guerras silenciosas
de la cotidianidad,
de las razones fútiles,
los gestos conocidos,
a bautizar las esperas,
bañado del sabor de tu nombre,
soy, quien viene a darte a nada,
un verso y casi un rostro,
desceñido de la agonía de mis entrañas;
un verso y casi una voz,
desprendida de mi voz,
una mirada mía destinada a ser tuya,
desde las primeras huellas de mi vida.
... Y mis manos disputarán entre si,
la inconsciente ternura de acariciarte.
Por tu cuerpo abro el Cosmos perplejo
de infantiles frescuras caminado;
una boca de corazón niño,
me llama desde la vida,
y acudo a los desvelos de nostálgica
humedad de pañales,
por el grito fiero y joven de tu despertar
a media noche,
sobre la palpitación de mi continuidad.
Soy,
viajero asiduo de la espera,
de tu crecida dicha ansiosa,
en la ignorada pasividad de los días.
Un farol bajo la lluvia,
en las vislumbradas esquinas,
de las aflicciones que te aguardan.
Ando sobre el luminoso aburrimiento de las horas,
deshaciendo las nieblas del futuro,
soy la mar que va a morir,
con el espumoso sonido de las olas
a los pies de tu silencio.
... Y en mi boca habita un beso dado;
puro y derrochado en la felicidad,
del centro tácito de todo vacío,
rellenado a cuatro letras:
Hija.
Entre tú y yo: Un juego de distancias,
doloroso y machacante
por el adios del corazón.
Y una tenue sensación de manecitas
arañándome ojos de ilusiones
frente a tu retrato.
Quien viene a darte nada,
soy
sólo un beso echado al buzón,
en la carta para tu madre.
Como un silbido en las sombras,
buscándote desde siempre,
o ahogado entre multitudes,
a paso inadvertido,
venía robando sueños
para insuflarlos a tus ojos.
Un dolor de adios apresurado,
venía fecundando el vientre,
lejos de mi,
tantos días hará que a la noche
tu grito abrió soledades,
que yo les hube ocupado.
Quisiera, a veces cantarte,
para que en mis brazos el sueño
contornée todos tus espacios;
pero mi voz es tan agria,
que apenas deshace brumas
y mi canto se disuelve en el silencio
que besa tu primera sonrisa.
Tú llegas de mas allá,
de los latidos de mi infancia,
de todo vivir a ratos,
que se me fue amontonando,
en una risa de todos
o en un recuerdo de algo.
Tú llegas de mas allá,
de lo que fuimos tus padres,
somos,
el camino hasta la sombra
de tus piececitos descalzos...
La distancia es un reloj de sufrimientos callados,
una llovizna de angustias
sobre huellas de mis pasos.
La distancia es otra vida con mi recuerdo en tus manos,
una caricia de mamá por tu cuerpo,
que hasta mi pecho ha viajado.
No sé venir con la risa,
que fui perdiendo con los hombres.
Herida la voz me llora
al oído de los desengaños;
ni te llegará de mi, nada,
papeles y mi alma al buzón
en tu cumpleaños.
Estás donde se hace sueño mi mirada,
allí mis ojos repiten,
tus manos, tu grito, y tu cara.
A veces la noche huele a llanto de niña ausente,
y una sombra de mujer llena mi vista,
doblándose frente a tu cuna.
Tantas horas de tu vida sobre mi ausencia
hay destiladas,
toda mi boca es un sabor de frase oculta,
mis manos están tupidas,
de las caricias que te faltan;
nunca pasa el tiempo de quererte,
un manojillo de ausencias es tu aniversario,
aniversario
doloroso en el trayecto de las horas;
pero si camino y espera son tus sonrisas,
la soledad es una lágrima
que tu recuerdo va disipando.

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